Más 1.500 unidades diarias produce “Los antojos de mi tierra”, un emprendimiento gastronómico con sabor colombo venezolano.
Por David Matos, periodista de El País.
El crecimiento personal de Sandra lo debe gracias a su empeño de salir adelante en medio de tiempos adversos. Como colombiana retornada, asegura encontrarse en modo de construcción mientras prepara una mezcla de sabores colombianos y venezolanos con su familia como jurado.
A Sandra Elena Díaz se le siente por momentos su hablado marabino, o maracucho como se conoce en Maracaibo, una característica que debió matizar durante la experiencia de vivir fuera de Venezuela para conseguir empleo en Colombia y República Dominicana. “Nací en el Hospital Departamental del Valle, pero mi papá me llevó hacia Venezuela cuando tenía dos años. Él buscaba mejores oportunidades”, dijo Sandra.
Criada en el barrio Los Haticos, de Maracaibo, occidente de Venezuela, se desempeñó como asistente administrativa en varias empresas hasta que la crisis económica del país la llevó a formar fila de madrugada por varias horas para comprar pañales para su hijo. Aprovechó unas vacaciones para migrar y probar suerte en República Dominicana (RD), como destino laboral, en 2016.
Tiempo de aprender
Un diagnóstico de varicela interrumpió sus labores en el primer trabajo que tuvo como asistente a las cuatro semanas de haber llegado a RD. Pocas semanas después de su recuperación, comenzó a recorrer Santo Domingo, donde algunas personas le pidieron comprar un balde, un cucharón sopero y unas sillas para montar su propio puesto de venta de jugos.
“Al principio no hacía plata, pero luego me decidí por hacer papas rellenas. En medio día vendía lo que otros vendían en un día completo”, recordó.
El trabajo bajo el sol de la ciudad tostó la piel de Sandra, quien tenía para finales de año el dinero suficiente para dar el siguiente paso. “Mi mamá y mi hijo se mudaron a Cali, Colombia, y yo deseaba estar con ellos. Tomé la decisión, ahora que sabía cómo defenderme si no lograba tener algún empleo estable”, recordó.
Colombia, una oportunidad
Por primera vez en su vida, Sandra Elena había trabajado vendiendo comida en la calle. Luego de un breve paso por Venezuela, donde pudo comprar comida, llegó a Cali en 2017 con una perspectiva diferente. Instaló un mini mercado en su casa con la mercancía que trajo de Venezuela.
Continuaba enviando hojas de vida, pero nadie la llamaba. Aprovechó una jornada política en el Centro Administrativo Municipal (CAM) para instalarse con una caba de icopor y una cafetera grande. En dos horas logró vender, junto con su mamá, las 100 empanadas que había llevado ese día.
“La venta de comida se volvió mi primera fuente de ingresos. Todos los días caminaba desde La Ermita hasta el Banco de la República, donde mi comida se volvió conocida por las personas que frecuentaban el bulevar”, dijo.
Consiguió trabajo como asistente de ventas telefónicas para una empresa de pirotecnia, donde debió hacer frente a ciertos señalamientos por su nacionalidad venezolana.
Sandra nunca dejó de vender comidas en la calle aun cuando tenía empleo formal. Por eso, cuando su contrato fue suspendido en marzo de 2020 por la pandemia del Covid-19, aprovechó los tiempos adversos para reinventarse.
Los Antojos de Mi tierra
El hijo de 11 años de Sandra y su mamá fueron los primeros paladares de este emprendimiento. Con un vaso como molde y un tenedor comenzó a preparar pastelitos de queso y tequeños para vender entre sus vecinos durante la cuarentena.
La formación fue determinante para “Los antojos de mi tierra”, emprendimiento que esta colombiana retornada construyó a partir de su participación en iniciativas de formación, como las diseñadas y promovidas por Oportunidades sin Frontera de USAID, para emprendedores en Cali.
“Desarrollé el logo de la empresa gracias a un estudiante de la universidad Javeriana. Comencé a ofrecer servicios de café y comida en fiestas, reuniones y eventos corporativos. Recibí mucho apoyo para fortalecer mi unidad productiva”, recordó.
Sandra reflexiona afirmando que las personas que deseen emprender deben ubicar a los mentores correctos que contribuyan al crecimiento de los proyectos.
Ahora produce más de 1.500 unidades diarias en una pequeña planta de producción donde tiene las herramientas necesarias para desarrollar su emprendimiento. “Mi mensaje a todos los que están intentándolo es que sí se puede. Yo evolucioné. Antes sabía hacer poco, y ahora puedo sostener a mi familia en Colombia con mi propia empresa. Mi sueño sigue en construcción”, finalizó.
Esta nota fue elaborada en el marco de “Todas somos dignas”, una campaña del Proyecto Integra de USAID que busca visibilizar las particularidades realidades de las mujeres emigrantes y retornadas en Colombia y que también, tiene objetivo reducir y prevenir la violencia contra la mujer.