Después de doce meses de sacrificios, turnos de racionamiento, conciencia ciudadana y un esfuerzo colectivo sin precedentes, la capital del país respira aliviada este sábado a las 8:00 a.m. termina de manera permanente el racionamiento de agua. Así lo anunció el alcalde Carlos Fernando Galán, acompañado de la gerente del Acueducto, Natasha Avendaño, en una rueda de prensa que marca un hito para los más de ocho millones de bogotanos.
“Ha sido la crisis más compleja que hemos enfrentado como ciudad en términos de agua”, aseguró el mandatario. Pero también fue una muestra de lo que puede lograrse cuando una ciudad se une. Gracias a decisiones técnicas acertadas, la labor incansable del equipo del Acueducto, y, sobre todo, al compromiso ciudadano, Bogotá superó la peor escasez hídrica de su historia.
El punto de quiebre: la naturaleza responde, la ciudad también
Bogotá sobrevivió al año más seco jamás registrado, con afluencias mínimas al sistema Chingaza. Hoy, los indicadores cuentan otra historia, el sistema amaneció con más del 40% de su capacidad, un salto monumental frente al 16,5% de hace un año. El embalse de Chuza, corazón del abastecimiento, se encuentra incluso por encima de años como 2005, 2007 y 2024.
Y no solo eso en lo corrido de abril, Chuza ha recibido más de 10 millones de metros cúbicos de agua, y las afluencias de enero, febrero y marzo superaron consistentemente los promedios históricos. Todo indica que el nuevo año hidrológico arrancó con fuerza.
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Los datos que respaldan el cambio
Durante el racionamiento, el consumo promedio se redujo a 16,24 m³ por segundo, una disminución cercana a 1,8 m³ por segundo frente al promedio sin restricciones. Esto representa un ahorro total de más de 46 millones de metros cúbicos de agua, el equivalente a casi 19.000 piscinas olímpicas.
Esa reducción no solo fue efecto de la medida, sino de un cambio de hábitos. “Tenemos que mantener esa cultura del cuidado. Aprendimos a usar el agua con responsabilidad y eso no puede desaparecer”, recalcó Avendaño.
Una lección imborrable y un futuro diferente
Bogotá, ciudad de niebla y montaña, famosa por sus lluvias, se encontró cara a cara con su vulnerabilidad. El fenómeno de El Niño, agravado por el cambio climático, recordó que incluso las ciudades más verdes están expuestas a extremos. “Superamos esta crisis, pero no podemos volver atrás”, enfatizó el alcalde.
Desde ya, la administración trabaja en medidas estructurales de largo plazo para blindar a la ciudad frente a futuras crisis hídricas, nuevas fuentes de abastecimiento, modernización del sistema y estrategias de reutilización serán parte del nuevo enfoque.
El agua volvió, pero la conciencia debe quedarse
Bogotá demostró que puede cambiar. Que puede cuidarse, adaptarse y resistir. Hoy, mientras se cierra el ciclo 34 del racionamiento, se abre un nuevo ciclo para la ciudad uno de sostenibilidad, aprendizaje y acción.
Porque si algo dejó claro este año, es que el agua no es infinita. Pero la solidaridad y el compromiso de Bogotá sí lo son.
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