Semana conoció un caso en el que un prestigioso médico colombiano cayó en el consumo de fentanilo.
Hablar que esta droga solo hasta ahora llega a Colombia es relativo, ya ha causado estragos, sobre todo en trabajadores de la salud. El Fentanyl es utilizado en salas de cirugía y Unidades de Cuidados Intensivos (UCI), para dormir a los pacientes. También la hay en parches para que la utilicen quienes sufren de dolores crónicos. Es un opioide sintético que en Colombia cuenta con una rigurosa reglamentación. Pero eso no ha sido límite para que se venda en el mercado negro.
Le puede interesar: Tema del día: Los caleños no quieren ‘marihuanódromos’
Cada vez hay más clientes que preguntan por esta sustancia. Es la misma que llaman droga zombi porque quien la consume solo vive para drogarse y se droga para vivir. Las autoridades, inicialmente, identificaron que las ampolletas de Fentanyl eran desviadas, ya sea bajo la modalidad de hurto en clínicas y hospitales con complicidad de funcionarios o bajo la modalidad de fórmulas falsas, entre otras estrategias, que ellos llaman desvíos técnicos.
La mayoría de los adictos, de unas décadas para acá en Colombia, son médicos internistas, anestesiólogos, enfermeros y trabajadores de la salud. Con el paso de los años, esas mismas ampolletas han terminado en manos de fabricantes de drogas sintéticas que le mezclan el fentanilo a una papeleta de tusi u otras sustancias que terminan siendo cocteles mortales. La estrategia de los microtraficantes es clara, el fentanilo genera una adicción 100 veces más potente que la heroína.
“Es como un orgasmo”, recuerda Franklin que le dijo una paciente de 20 años que estaba sobre la fría cama quirúrgica. Él tenía 24 años y estaba realizando su segundo año de residencia en anestesiología, cuando ella le preguntaba una y otra vez cómo se llamaba el medicamento que le puso para sedarla. Esa fue la primera vez que él sintió la curiosidad de saber qué se sentía. Era el estudiante más destacado del semestre, así que no generaba sospecha que leyera tanto sobre el tema, lo hacía en la biblioteca de la Universidad Nacional, en las salas de cirugía y en su casa.
Pero quiso pasar, por curiosidad, de la literatura a la práctica. Sabía que corría el riesgo de morir por una reacción del fentanilo que hace que, a la altura del pecho, el aparato respiratorio se ponga tan rígido que cause un paro. Consiguió en una colega suya la cómplice perfecta para lo que consideró una aventura más. Ella monitoreó su respiración mientras él se inyectaba con la aguja llena de fentanilo que se había robado de la farmacia del hospital. “
Sentí mucha paz y tranquilidad, mi alma iba y volvía. No era como un orgasmo, era mejor. La verdadera felicidad”, confiesa. Aclara que esa sensación duró, por mucho, dos minutos y que nunca más volvió a sentir lo mismo. La segunda vez no tuvo éxito. La tercera solo quería no estar enfermo, porque el síndrome de abstinencia empezó casi de inmediato, dolor abdominal y en las piernas. Mantenerse de pie le costaba.
Tenía que meterse al baño del hospital cada dos horas para inyectarse, se pinchaba en la vena de los pies e incluso en el pene para que no fuera evidente entre los compañeros que se estaba drogando. Dice que el efecto no era el mismo. Los buzos manga larga se convirtieron en aliados. Hoy muestra que sus venas están casi calcificadas de tanto Fentanyl que se inyectó. En el hospital se dieron cuenta de que las ampolletas se estaban perdiendo, no era difícil pensar que era él, del joven responsable y disciplinado no quedaba nada. Así que las escondieron.
Él empezó a hacer fórmulas falsas a pacientes que no existían y él mismo las reclamaba en la droguería, un día dejaron de venderle y Franklin consiguió a alguien que de manera ilegal le surtía. Pagaba por la droga cinco veces más de lo que costaba en realidad. Vendió todas sus pertenencias para poder comprar, necesitaba en promedio diez ampollas al día. Empezó a robar las joyas de su mamá. “Un día ella entró a bañarse y se quitó una cadena gruesa de oro que usaba a diario, cuando salió ya no estaba. Esa quizás fue la tapa. Ella y mi hermano se fueron de la casa, cuando regresé ya no había nadie y empecé a vivir en la calle”, recuerda. Todo lo que narró pasó en un mes.
Puede leer: ¡Ojo! esto es lo que debe hacer si no alcanza a renovar su licencia antes del 20 de junio
“El Fentanyl lo acaba a uno muy rápido”, afirma. Estando en la calle intentó atracar una droguería y terminó en una persecución de película. “El fentanilo lo lleva a uno a las cárceles, hospitales y cementerios”, dice el doctor Franklin. Esa historia, que sucedió hace más de una década, no ha cambiado, hace un par de semanas murió otro médico por sobredosis de fentanilo. Muchas de esas muertes quedan en secreto por no afectar la reputación de las instituciones.
Lo preocupante hoy en día es que la droga que genera que de 1.000 personas que se vuelven adictas sobrevivan solo tres, según estadísticas de estudios internacionales, ya está en el radar de grupos narcotraficantes de México y Colombia, por la rentabilidad que genera y la practicidad en producción. La DEA ha alertado que la cocaína está siendo reemplazada por el fentanilo. El mercado en Estados Unidos crece y crece. Así que los narcotraficantes están buscando otras alternativas.
*Redacción Semana
La Policía Metropolitana de Cali confirmó que hay un capturado por el violento hecho que…
Emcali confirmó los trabajos que realizará el día de hoy, 22 de noviembre de 2024.…
La Policía Nacional puso 'mano dura' a pocos días de iniciar la temporada de diciembre.…
Las votaciones del Área Metropolitana del Suroccidente se llevarán a cabo este 24 de noviembre…
Varios sectores de la capital del Valle se engalanarán para recibir la Navidad. La época…
Detrás de cada misión, el factor humano es esencial. Esta es la historia de un…