En las canchas del barrio Urbanización Venezuela, ubicadas en la Comuna 20 de Cali, no solo han quedado los recuerdos de los partidos del equipo fútbol de sus jóvenes, sino también las batallas, los llantos y las desgracias que han dejado huellas en aquel terreno.
Ahí, algunos jóvenes se enfrentan a la difícil situación de decidir si patear un balón o apretar el gatillo. Por desgracia, 13 deportistas que lo daban todo en estas canchas no pudieron escapar del infortunio de morir en plena juventud.
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El profesor de fútbol Escenover Valencia ha tenido que despedir a estos chicos, que para él se han convertido en aquella familia que quiere ver triunfar, pero que lastimosamente le ha tocado enterrar.
Según cuenta, los jóvenes llegan con la esperanza y las ganas de ser los mejores futbolistas, pero lastimosamente las pandillas, las drogas y la falta de oportunidades los alejan de este propósito.
Es muy duro despedir a los chicos, pues ellos se convierten en mi segunda familia. Algunos han sido asesinados y otros han muerto en accidentes de tránsito por el deseo de los piques ilegales”, cuenta el profe.
La muerte de estos adolescentes no pasa por alto, pues a cada uno se le ha realizado un homenaje en estas canchas, es más, las cenizas de algunos reposan en estos terrenos.
Algunos de los recuerdos amargos que tienen estas canchas es el de entrenar en medio de disparos, pues según cuenta Escenover, hubo ocasiones en que en medio del entrenamiento les tocaba correr para esquivar las balas.
“Estas canchas fueron una frontera invisible por un largo tiempo: los de 'Cañaveralejo' se enfrentaban con los de 'Urbanización Venezuela' y empezaba la guerra sin importar quien estuviera.
Para evitar que alguno de los alumnos saliera lesionado teníamos un lugar para que todos nos escondiéramos", narró el entrenador.
Los definió como momentos muy tensos, en los que él era la única seguridad para niños que estallaban en pánico y llanto. "También habían jóvenes que se emocionaban por lo que pasaba, y me tocaba enseñarles que eso no los debía motivar”, recordó Valencia.
Además, Escenover tuvo que entrenar a un grupo de chicos para que lo ayudarán a evitar el conflicto en la cancha, pues algunos adolescentes que llegaban al equipo de fútbol eran ‘liebres’ (enemigos) y apenas se veían empezaban a insultarse.
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Desde que el profe llegó al barrio, yo entré a la escuela y siempre lo apoyé cuando se presentaban situaciones tensas. Me tocaba pedirle a mis compañeros que tuviéramos respeto, porque la cancha era una cosa y lejos de ella era otra, pero la idea era que todos nos lleváramos bien dentro y fuera de los entrenamientos", recordó Jhonatan Gómez, estudiante en deporte.
Gracias a estas medidas, en la cancha se empezó a jugar con un poco de paz. “Empezamos a hablar con los chicos que hacían parte de las pandillas para que nos ayudaran a evitar las balaceras en el lugar; por fortuna, el sector ha cambiado bastante”, dijo Escenover.
A pesar de estos esfuerzos, no todos los chicos han podido estar a salvo, pues algunos se dejan tentar por la droga, por las malas juntas y por el deseo de robar. Aunque actualmente unos buscan cambiar y volver al deporte, otros reposan en un cementerio sin la oportunidad de enmendar sus errores.
Miguel Ángel Alzate es uno de los jóvenes que tomó la decisión de retirarse del fútbol e incursionarse en malos pasos. A Alzate le ha tocado despedir a varios de sus amigos y debido a esos espejos que da la vida, volvió a los entrenamientos.
“Hace cinco años yo venía a entrenar con el profe, pero a los 14 años caí en las drogas y dejé de jugar, así que me dediqué a ser delincuente hasta que me llevaron a una correccional de menores donde estuve 30 meses. Cuando salí por buena conducta decidí volver a las canchas, y gracias a Dios aquí estoy con errores, pero levantándome”, dijo Miguel.
El joven también recuerda esos momentos amargos donde le tocó despedir a sus amigos de infancia, porque la violencia se los arrebató. No obstante, le agradece a Dios porque él aún tiene vida y tiempo para cambiar.
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“Yo entrenaba con Julian Largacha, que fue asesinado en abril, yo caí en las drogas y él seguía entrenando. Cuando a mí me encerraron me avisaron que él había caído en la delincuencia; sentí un gran dolor, porque él era un muchacho que estudiaba y era dedicado al fútbol", relató.
Miguel también recordó a Camilo Bermúdez, más conocido como ‘Birulo’, "un joven proyectado y de los de mayor disciplina en el equipo de fútbol, pero por estar haciendo piques murió por el sector de La Sirena”, contó.
A pesar de que los alumnos del profe Escenover ya no estén, él junto con sus estudiantes se encargan de recordarlos con cariño cada que pueden.
“Todos los jóvenes que han fallecido debido a la violencia, accidentes o por alguna enfermedad y hacían parte del equipo son recordados con orgullo, pues nos quedamos con lo bonito de sus vidas y sus sueños”, expresó Escenover.
Los nombres de Camilo Bermúdez, Julián Largacha, Brayan Parra, Deyver Silva, Juan Camilo, Alexander Ortiz, entre otros, no dejan de sonar en medio de los entrenamientos.
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“El caso de Brayan Parra fue muy triste, pues él era un chico con mucho rendimiento. Era hincha del Cali y el día de su muerte estaba jugando su equipo del alma; cuando terminó el partido se quedó en una esquina muy peligrosa del sector de Brisas de Mayo y llegaron unos pelados a dar bala. Le dijeron que corriera pero él dijo que no, porque no le debía nada a nadie y lastimosamente lo asesinaron”, contó el profe.
Algunos de los estudiantes recuerdan el bello homenaje que le realizaron a Deyver Silva. “La familia de él es mariachi, así que hicieron una serenata en la cancha y esparcieron sus cenizas por el lugar. Fue algo muy bonito y representativo para todos”.
Actualmente los niños que llegan a la escuela ingresan con los mismos sueños y esperanzas. Esperan ser los mejores futbolistas, comprarles una casa a su mamá y salir de aquel barrio donde, en ocasiones, lo que más escuchan son balas.
María Fernanda Otero, madre de una de los jugadores manifestó, “en el proceso de entrenamiento es muy bueno, porque los chicos se vuelven disciplinados y piensan en su futuro. Pero si aterrizamos la situación a lo que se vive alrededor de las canchas, puedo decir que es algo triste, pues nos toca ver como a los jóvenes les arrebatan su futuro".
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Para la madre de familia, lo más importante es estar atenta a los jóvenes. Las balas en los entrenamientos, pero sobre todo la drogadicción acechan a los futuros deportistas; contrastan con las ganas de salir adelante de los demás chicos. Eso "nos abate como papás", dice Otero.
María Fernanda también contó que en ocasiones se ha sentido afligida, pues ver llegar a su hijo de 11 años triste porque uno de sus compañeros ha sido asesinado le remueve el corazón.
A pesar de todas estas adversidades, los chicos manifiestan que están felices de poder luchar por un futuro mejor. Lo único que piden es tener una cancha digna, pues la mayor parte del tiempo entrenan en medio del lodo.
“Muchos llegamos en cicla, caminando y a veces cansados por tantas lomas a los entrenamientos. Pero lo verdaderamente importante es que pisamos la cancha con los sueños intactos y las ganas de poder ser grandes profesionales", dicen los alumnos.
Lo único malo "es que nos toca entrenar en condiciones no aptas pues las canchas se inundan y se vuelven lodo”, agregaron.
Cuando esto pasa el mal tiene oportunidad para arrebatarle más jóvenes al profe, pues así los chicos no pueden volver a entrenar.
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“Cuando llueve o crece el río todo queda inundado, y pasamos hasta dos o tres semanas sin entrenar. Como no hay entrenamiento algunos chicos se quedan sin donde ocupar su tiempo sanamente”, expresó el profe.
“Me encanta estar entrenando y no me gusta cuando las canchas se inundan, porque me toca quedarme en casa y a veces se presentan balaceras. Cuando pasa eso me arrodillo y oro; ahí le pido a Dios que nos regale un barrio lleno de paz y que mis amigos ni yo no nos dejemos llevar por las malas juntas,. Debemos perseguir el sueño de ser grandes deportistas y escapar de las garras del mal que nos rodea”, dijo un niño de 10 años de la escuela.
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