En video, la patrullera que prefiere omitir su nombre por haber recibido amenazas, contó cómo vivió el peor día de su vida.
Los hechos habrían sucedido el pasado 29 de abril, segundo día del paro nacional. Según narró, llegó a trabajar a las 2 de la mañana al sector conocido como Puerto Rellena o Puerto Resistencia, justo cuando la protesta se convirtió en violencia.
Calcula que, sobre las 10:00 de la mañana, empezaron a volar palos, rocas y botellas cerca de su rostro.
El Esmad tuvo que hacer presencia y cuando los gases lacrimógenos hicieron efecto, ella se resguardó en el CAI de Villa del Sur porque se le dificultaba respirar, y porque además había sido víctima de golpes por los objetos lanzados.
Desde adentró, relata Semana, vio cómo decenas de personas intentaban tomarse el CAI.
“La gente con rencor en sus ojos golpeaba el CAI con piedras, lo incineraban. En cuestión de segundos los manifestantes ingresaron, rompieron vidrios, forzaron la puerta, abrieron y preguntaban por las llaves de las esposas para liberar a los capturados”, dice la patrullera que además confesó que no sabía qué responderles.
Recuerda que varios encapuchados la tomaron a la fuerza y que hablaban de un canje.
"Me decían que hasta que les diera las llaves me dejaban ir. Mis compañeros trataban de tener el control, pero ellos eran más".
“Yo rogaba por mi vida. Me sostenía de todo lado. Me sostuve del marco de la puerta, pero fue inútil. Eran muchos”, dijo y continuo relatando para la revista Semana.
Describe cómo empezaron a desvestirla mientras impotente trataba de defenderse y que “uno de ellos se me sube encima, me despoja mi guerrera (la chaqueta del uniforme). Esa persona que estaba encima mío empezó a tocarme todo el cuerpo, a besarme. Tocaba mis partes íntimas mientras me seguía golpeando”.
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Su relato es aún más aterrador cuando afirma que: “Dijo que me lo metieran. En ese momento se me pasó por la cabeza que por cuestiones de tiempo no pude hablar con mi mamá, decirle cuanto la amaba”.
Después de varios minutos de agresiones, en medio del forcejeo logró escaparse y fue en ese momento en el que se subió a un vehículo que pasaba por la zona y la socorrió para llevarla a un centro médico. “La persona sin pensarlo abrió la puerta y dijo súbase. Al subirme seguían lanzándole piedras. Le agradezco mucho, por él estoy con vida. Fueron los minutos más amargos”, dijo a SEMANA.
Pese a todo lo que ha tenido que pasar, se siente orgullosa de ser policía. Convencida que hace una labor social importante ayudando a la comunidad.
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