Cada domingo, los usuarios de la 'Ciclovida' de Cali, en la Estación Panamericana, se divierten al ver el gran humor que tiene Nelson Caicedo González, un vendedor ambulante de perritos de espuma que se hace notar en medio de la multitud.
Esa diversión y alegría se debe a que el hombre lleva en su hombro izquierdo y en su mano derecha a estos peluches que ‘atacan’ y aunque no muerden, sí sacan muchas sonrisas.
Estos perritos los elabora en la habitación de su casa en el barrio Belisario Caicedo, de Siloé. Se dedica a realizarlos mientras hace el papel de padre, madre y cuidador de su hija, de 22 años, quien tiene una enfermedad huérfana.
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"Este arte lo aprendí por la necesidad. Una noche mirando televisión vi a un perrito y ahí Dios me ayudó a proyectar la idea que hoy la manejo a la perfección”, dijo Nelson Caicedo González, comerciante independiente.
Para poder vender esos dalmatas de espuma, el adulto mayor tiene que comprar materiales como la lámina de espuma, pintura, alambre, pegamento y ojos, entre otros.
“De una lámina me pueden salir seis perritos que los vendo desde $7.000”, relató Nelson.
Y es que para llegar a perfeccionar esa técnica, le tocó tener paciencia y dedicación durante un año para aprenderla de memoria.
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Vive en una habitación en la casa de su hijastro en Siloé junto a su hija, de 22 años, quien, padece desde los 12 de lupus eritematoso sistémico ampolloso con anemia medoplástica severa que le generó una peritonitis.
"Se me complicó más la situación porque la llevo día de por medio a la Valle de Lili para que le hagan las diálisis que antes se la hacían en la casa, pero, debido a la peritonitis, toca ir al centro asistencial”, le contó Nelson Caicedo a este periódico.
Pese a ese rol en su hogar, entre semana don Nelson elabora esos ‘peluches’. Luego, los días sábados y domingos sale a venderlos por las calles de Cali y a repartir millones de sonrisas a los niños y hasta adultos.
"Lo más difícil de este arte es tener el dinero para comprar la materia prima que es costosa”, recordó el hombre.
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Su historia precisamente en el asfalto de la urbe comenzó a los 6 años de edad cuando salió de su núcleo familiar, por lo que solo estudió tres meses de primero de primaria.
Sobre su hija, don Nelson mencionó que cuentan con el apoyo de sus amistades.
“Gracias a amistades que conocen la situación médica de mi hija, me ayudan con los transportes”, agregó.
Sin embargo, el hombre que regala sonrisas por las calles de Cali sacó a la luz un deseo de corazón: "Me gustaría que Emssanar nos ayudara con el transporte porque estoy muy cansado de ver todo el proceso que llevo con mi hija".
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