El hijo de Miguel Rodríguez Orejuela estuvo en Q'hubo. Nos habló de la reconciliación y de su postulación como Gestor de Paz.
Con un abrazo y un mensaje de reconciliación, Miguel Andrés Rodríguez y Juan Pablo Escobar (hoy Sebastián Marroquín) -ambos hijos de los líderes de los extintos carteles de Cali y Medellín- dejaron claro por qué es vital sanar para progresar.
En un evento con jóvenes involucrados en actividades delincuenciales en Terrón Colorado, Rodríguez y Escobar fueron un ejemplo a seguir para quienes hoy ya no hacen parte de la ilegalidad y luchan por el proyecto denominado ‘Terrón Emprende’.
En entrevista con Q’hubo, originada con ocasión del lanzamiento de la serie de HBO ‘Escobar: herencia maldita’, Miguel Andrés Rodríguez contó cómo fue ese encuentro en Cali con Sebastián y qué propósito social tuvo.
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Unidos por el dolor
Muchos de los jóvenes que esperaban escuchar historias de narcotráfico quedaron sorprendidos al saber que estos dos jóvenes son todo lo opuesto a ese tema que lastima al país y que hizo tristemente célebres a sus padres Pablo Escobar Gaviria y Miguel Rodríguez Orejuela, y quienes, además, llegaron a ser enemigos mortales.
“Esa vez era la primera que nos veíamos, ese abrazo fue en medio de la risa porque quién se iba a imaginar eso. Él estaba muy sorprendido”, recordó Miguel.
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Así mismo, este abogado de profesión cuenta que este encuentro no fue una casualidad. Con recelo y prevención empezaron a comunicarse de manera telefónica y luego de varias conversaciones coincidieron en Cali para la grabación del documental de HBO, en el que Rodríguez cuenta detalles de su vida. Luego de ese momento esta relación se afianzó.
“Todo en la vida tiene un por qué y todo lo que hay dentro de ambos para tener una amistad radica en que cada uno tuvo sufrimientos similares en diferentes escenarios. Nuestros padres nunca quisieron para nosotros lo que vivimos. Es más, reconozco que él (Sebastián) ha tenido momentos más difíciles que yo”, expresó Rodríguez.
“Luego, en ese mismo año, me fui de paseo a México y nos encontramos de casualidad en una calle. Él tenía una charla en una universidad de ese país -luego de haber sido reconocido como gestor de paz en ese país-, yo estuve como espectador y al final me invitó a pasar al estrado. Todo el mundo quedó sorprendido. Desde ese momento las vacaciones se volvieron trabajo porque en esa charla habían unos promotores de eventos con quienes estuvimos dos meses haciendo unas conferencias”, agregó, mientras señalaba que las charlas tenían un mensaje de paz y de emprendimiento.
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Esta impensada relación ha seguido cultivándose cada vez más como uno de los mayores ejemplos de resiliencia y convivencia pacífica. Para el país, aunque poco publicitado, este fue uno de los encuentros más importantes de los últimos años.
En la búsqueda de la paz
Este suceso, que cambió la vida de muchos jóvenes de Terrón Colorado, fue solo uno de los actos de paz que Miguel Andrés ha profesado pese a su origen. Ahora no solo habla de paz, sino que quiere postularse como un Gestor de Paz a nivel nacional.
“Siempre he tocado las puertas de los gobiernos -sin que me interese ser parte de la política- y en esta oportunidad tuve un acercamiento con un asesor del Alto Comisionado para la Paz, quien me escuchó y le mostré lo que hemos construido”, reveló Rodríguez.
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Miguel, además, recuerda que en las charlas filosóficas con su tío Gilberto, quien a pesar de sus errores fue un hombre que terminó su bachillerato e hizo una carrera universitaria, conoció la tesis con la que éste se graduó hace más de 20 años -que tuvo como eje investigativo la violencia de los últimos 50 años en Colombia- y entendió que la paz total sólo llegaría cuando todos los actores del conflicto se sienten la misma mesa.
Camino a la reconciliación
Con postulación a bordo y toda una historia de superación detrás, este profesional se prepara para dar vida a nuevos proyectos.
“En dos meses lanzaremos la Fundación Cartel de Oportunidades, que estará enfocada en dar herramientas para que quien las quiera usar pueda adelantar temas de emprendimientos y generar proyectos sociales con personas que tengan el conocimiento y el talento”, sostuvo Rodríguez.
Por otro lado, el hijo de Rodríguez Orejuela contó que sacará un libro “aportándole a temas de emprendimiento, en el que explico cómo mi experiencia me ha llevado de la oscuridad total al aprendizaje con el que solté el miedo. La primera empresa que uno tiene es la vida”, señaló.
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Para él su procedencia no es un problema, pues afirma que se educó para ser empresario.
“Soy abogado de profesión y siempre me he ido por la línea comercial. Uno no tiene que llegar a una mesa con al árbol genealógico, uno llega con lo que uno tiene como capacidad de ser humano. Cuando con eso la gente te conoce el apellido ya no tiene relevancia. Lo demás ya es morbo”, dijo.
Su misión de vida
Para este abogado llevar su mensaje de paz y emprendimiento no es un trabajo, es una misión.
“Es algo que me nace hacerlo, porque yo tengo mis empresas aparte. Tengo mi vida personal, pero siempre he pensado que uno tiene que devolverle algo a la misma. A mi papá no le gusta que yo dé entrevistas, él cree que lo mejor para olvidar es desaparecer, pero pienso que nadie se olvida de personas que quedaron en los anales de la historia y todo lo que los rodeó, lo que nosotros debemos hacer -como hijos- es generar noticias diferentes”, aclaró.
Pese a su origen, este emprendedor busca ser un referente de que sí es posible progresar con la propia capacidad del ser humano. Él empezó dando charlas empíricas. De su primera intervención en un centro penitenciario recuerda cómo los ojos de muchos paramilitares y narcotraficantes no lo reconocieron hasta que vieron el rostro de su padre en una foto y pensaron que la charla giraría entorno a esa historia.
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No contaban con que Miguel Andrés les hablaría de “un cartel de oportunidades, de un lavado de conciencia y de rutas -no del narcotráfico- sino de aquellas que llevan el éxito a la vida”.
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— Q'hubo Cali (@QhuboCali) January 24, 2023