Desde hace un año y medio en la cámara de fotomultas de la Carrera 5A con Calle 23, hay un espectáculo único en la ciudad de Cali. ‘Kirive Murayama’, 'El Guerrero del Sol', con su katana en mano le hace honor a su nombre, y bajo el ardiente sol y sin camisa este caleño hace alardes de samurái para ganarse la vida.
Mientras los conductores esperan la luz verde, Felipe Carvajal - como lo llamaron sus padres hace 44 años- se tuesta la piel por 22.000 pesos diarios para comer y pagar un cuarto dónde dormir.
‘Kirive’ aprendió el arte del samurái desde los 14 años, cuando un amigo le dijo que había un maestro que andaba en la búsqueda de discípulos para seguir el legado. La única condición era ser del agrado del sensei.
“Desde 1988 hasta septiembre del 2008 estuve bajo el mando de mi maestro Yukio Murallama Chian. 20 años donde pasé los cuatro grados del samurái, hasta que mi maestro decidió volver a Japón y con él se fueron el resto de discípulos”, dijo ‘Kirive’.
Sabias que...Los "Ronin" eran samuráis vagabundos que por algún motivo caían en la miseria. Se dedicaban a ser mercenarios o pelar en batallas.
Felipe, único hijo, quien pertenecía en esa época a una familia acomodada, decidió quedarse en su Cali amada para trabajar en los negocios de su padre.
“Mi familia era pequeña y constaba de mi papá, mi mamá y mi tío. En los años 80, la familia tenía un expendio de tabaco y carbón, un negocio productivo y vivíamos bien. Yo me ganaba tres millones de pesos mensuales y era muy feliz. Tenía una novia con la que viví cinco años hasta que la ambición de mi tío acabó con la fortuna familiar”, dijo.