El mundo los aplaude cuando cae el sol. En Colombia también los llaman héroes, pero algunos médicos enfrentan brotes de discriminación por temor a que sean transmisores del nuevo coronavirus.
En medio del confinamiento por la enfermedad, que en el país deja más de un millar de casos y 19 muertos desde el 6 de marzo, comenzaron a circular quejas insospechadas.
A los de uniforme y bata el transporte público muchas veces no les para y en algunos mercados les impiden el ingreso. Incluso unos tuvieron que dejar sus casas por presión de los vecinos.
"No tiene sentido que se nos reconozca el trabajo y luego se nos discrimine", dice a AFP Marcela Fama, presidenta de la Sociedad Colombiana de Pediatría.
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Fama dice haber recibido "mucha información" sobre casos de maltrato, pese a que los médicos siguen "todas las medidas de protección".
Me parece absurda la discriminación, me parece absurdo, me parece inadmisible", lamentó por su parte el presidente colombiano, Iván Duque.
Hace dos semanas Sandra Fuentes llegó cansada a casa tras un turno de 12 horas. Caminó desde el hospital donde hace el internado de medicina hasta la pensión donde residía en la ciudad caribeña de Santa Marta.
Al llegar, la propietaria, una mujer de 67 años, la sorprendió con la noticia. Sus hijos y un médico le habían sugerido que no compartiera más vivienda con Fuentes.
"Le dijeron que yo era una persona de riesgo", cuenta la joven de 22 años, pese a que no atiende casos sospechosos.
De nada le valió recordar los estrictos procesos de descontaminación que hace en el hospital. Tuvo que empezar a buscar techo en medio del confinamiento.
Antes de conseguir nuevo hogar, contactó seis pensiones donde sintió el rechazo. "Me buscaban distintas excusas, me aumentaban el precio o (decían) que ya se había ocupado", cuenta.
También supo por enfermeras que los buses no paraban al personal médico. "Les toca llegar de civil y cambiarse en el hospital", asegura Fuentes.
Tras tres días de búsqueda encontró dónde vivir. Allá también llegó otra internista desalojada.
Me tiene supertriste porque decidí quedarme a terminar mi internado para ayudar, y que a uno lo rechacen, lo miren mal", apunta Fuentes.
Apagó su motocicleta en el puesto de control a las afueras de su pueblo, Calima El Darién, en el departamento de Valle del Cauca (suroeste). El terapeuta respiratorio Edward Vergara mostró, confiado, la autorización de movilidad expedida por el hospital donde trabaja, en Buga, a unos 40 minutos de allí. Pero no lo dejaron pasar.
"Vos sos un factor de riesgo... te toca devolverte", asegura Vergara que le dijo el alcalde, el médico Martín Mejía, cuando por teléfono le pidió una explicación del bloqueo.
Entonces tomó un camino veredal y llegó entrada la noche a casa, donde lo esperaban su mujer y dos hijos, de nueve y tres años. Al otro día fue a buscar al alcalde.
En plena plaza central del pueblo y delante de lugareños, el alcalde repitió la orden: "Me siento orgulloso de haberme parado en la raya y de no haberte permitido entrar". Los espectadores aplaudieron.
Vergara, de 39 años, tuvo que mudarse el 26 de marzo a casa de un compañero en Buga.
En el hospital "seguimos todos los protocolos de la OMS", dice resignado el terapeuta, que toma las muestras de casos sospechosos. "Da tristeza que salgan en la noche a aplaudirnos y al otro día a discriminarnos".
En conversación con AFP, el alcalde aseguró estar "siendo responsable" con los 18.000 habitantes de Calima El Darién al impedir el ingreso de Vergara: "Si él trabaja en Buga, pues que se quede en Buga".
Una vecina del internista Cristian Botache le hizo saber a la administradora del edificio donde vivían, en un exclusivo sector del sur de Cali, que estaba "aterrorizada" de compartir piso con un médico.
El 26 de marzo las quejas se multiplicaron con una advertencia: varios desocuparían el edificio.
Botache debió regresar al hogar que compartía con su tía, una sexagenaria sobreviviente de cáncer e hipertensa, y de donde se había ido precisamente para evitarle riesgos.
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"La administradora me llamó y me dijo (...) que me fuera", agrega el médico de 22 años. "La desesperación, la rabia, la frustración no las había sentido antes".
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