Estos son nueve datos que usted debe saber del médico, a propósito de su partida.
1. El mundo de los caballos pudo privar al fútbol de un hombre del talento de Ochoa. Antes de ser futbolista, Gabriel, nacido en Sopetrán (Antioquia), era jockey en el Hipódromo San Fernando, de Medellín, y llegó a ser campeón nacional. Pero siendo un adolescente, superó el peso ideal de un jinete de carreras y debió abandonar la hípica. Quien lo introdujo en el mundo de los caballos fue su padrastro, Ian García, pues su padre, Pedro Pablo Ochoa, había muerto sepultado en un socavón. Era minero. Y Gabriel apenas andaba por los dos años de edad.
2. Tránsito Uribe, la madre de Gabriel, tenía el destino trazado para él. Si ya no era más jinete de carreras, sus estudios en el Colegio San José, de padres salesianos, debían conducirlo por el camino del sacerdocio o, en su defecto, la medicina. Pero Gabriel, obstinado como siempre en sus objetivos, torció los deseos de doña Tránsito. Se hizo futbolista. Se hizo arquero.
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3. Una tarde, en el patio del colegio de Gabriel, se apreció Jesús María Burgos, una especie de cazatalentos de la época que no era sacerdote, pero le decían el ‘Cura’ (por haberle sacado sin permiso a su tío, que sí era padre de la iglesia, unas hostias para repartirlas entre sus amigos), y se fijó en ese chico alto, delgado y moreno, de 17 años, a quién le preguntó de qué jugaba. “De nada” iba a contestar Gabriel. Pero el mismo Jesús se respondió: “decime que sos arquero”.
4. Jesús María Burgos, hábil en el mundo del fútbol, pudo conectar pronto al jovencito que inesperadamente se había vuelto arquero en el patio de su colegio sin haber tenido antes una pelota en sus manos, con Gabriel Álvarez García, encargado de las divisiones menores del Atlético Municipal, que luego sería el Atlético Nacional. Doña Tránsito insistía en que su hijo tenía que ser médico o sacerdote. Gabriel, entonces, le hizo caso en lo primero. Pero sin dejar el fútbol.
América de Cali se fijó en él y lo contrató por 25 pesos mensuales de salario, en 1948, bajo la dirección de uno de los tantos maestros que tuvo Gabriel, Fernando Paternoster. Solo cinco partidos atajó Ochoa con América. Porque apareció un señor, tremendo dirigente, llamado Alfonso Senior, que quiso a Gabriel en Millonarios. Y allí fue a parar. Y, simultáneamente, a la facultad de Medicina de la Universidad Javeriana de Bogotá. Doña Tránsito era feliz. Los libros de lunes a viernes. Y los domingos, la pelota. Gabriel ahora ganaba 560 pesos.
5. En 1949 comenzó otra historia para Gabriel Ochoa Uribe. Integró el ‘Ballet azul’, como lo decían a ese Millonarios de la época que brillaba mundialmente por los pies de Adolfo Pedernera, Alfredo Di Stéfano, Néstor Raúl Rossi y, más tarde, por las manos del emblemático arquero Julio Cozzi, del que Gabriel, inevitablemente, tuvo que ser suplente. Pero al lado de esa constelación, Ochoa fue campeón del fútbol profesional colombiano en 1949, 1951, 1952 y 1953, y cómo no recordarlo, primero en el Campeonato de Bodas de Oro del Real Madrid, sobre el que Millonarios se impuso con categoría.
6. En 1955, Ochoa se fue para el América de Río de Janeiro, donde terminó sus estudios de medicina y se especializó en traumatología y ortopedia, gracias al apoyo que tuvo de otro de esos maestros que se le cruzaron en el camino: Martim Francisco Ribeiro. Tres años después regresó a Colombia, a Millonarios, por supuesto, porque ese fue el compromiso pactado con el América de Río, y en una crisis del equipo azul, que se quedó sin técnico, Gabriel, con apenas 30 años de edad, tuvo que asumir las riendas, en 1959.
7. Cuatro etapas tuvo el médico al frente de Millonarios. La última de ellas terminó en 1977. En ese lapso, entre el 59 y el 77, Ochoa conquistó la friolera de cinco títulos de la liga colombiana con el equipo albiazul, además de una Copa Colombia. Formó jugadores de la talla de Willington Ortiz, Alejandro Brand y Jaime Morón, para citar solo algunos de una larga lista. Pero en el 77 se sintió sin el respaldo de los directivos por nuevos métodos de concentración y entrenamiento que quiso implementar, afirmó sentirse traicionado por los jugadores, entre ellos Willington, y decidió retirarse del fútbol para refugiarse en su consultorio de medicina, en Bogotá.
8. En su consultorio se apareció un día un empresario de origen italiano, llamado Pepino Sangiovanni, y dirigente del América de Cali. Su misión era expresa. Convencer a Ochoa de que entrenara a los ‘Diablos rojos’, para sacarlos campeones como lo había hecho cinco veces con Millonarios y una con Independiente Santa Fe, en 1966. Ochoa se negó. Sangiovanni se rehusó a irse sin cumplir su objetivo. Finalmente lo convenció, con una condición, que fuera solo por un año. Doña Cecilia, la esposa del médico, inseparable e incondicional con él desde hace 64 años, estuvo de acuerdo. Solo por un año. En 1979, ambos arribaron con sus hijos a Cali y desde entonces no se han ido.
9. Entre 1979 y 1991, Ochoa puso al América en la élite del fútbol colombiano y del continente.
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