“Me robaron en el parque de las piedras, en San Fernando, un reloj que me había regalado mi tía. Me dio un ataque asmático del miedo. En esa época no había tanta arma como ahora. Me dijeron ‘venga, chino, présteme el reloj’”, recuerda entre risas Eduardo Amador Caicedo Mafla, quien lleva 35 años como entrenador de karate, artes marciales y jiu jitsu.
Producto de la impotencia del robo y el problema de salud que tuvo, Caicedo ingresó al mundo de la lucha para aprender a defenderse y mejorar su respiración. Comenzó a los 9 años en el hapkido, en una escuela en Granada.
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Desde el momento en que inició a practicar este deporte, su vida empezó a cambiar notablemente. “De las cosas que me captaron la atención de las artes marciales es que dejé de utilizar el ventilan. Antes me daba un ataque y de una me llevaban al Hospital Departamental. En esta disciplina con los ejercicios de respiración que se hacen se aprende a controlar todo”.
También Eduardo se acuerda la fortaleza que adquirió en su época escolar. “Cuando empecé a practicar, en el colegio no me podían meter la mano tan fácil, me la montaban bastante, pero con esto yo me hacía respetar”, admitió.
Con el objetivo de formar jóvenes e inculcarles la disciplina, la escuela de Dojo Nintai se ha consolidado en la capital vallecaucana como una referente en estas disciplinas. Se practica el karate de contacto y se combina con las artes marciales mixtas y el jiu jitsu.
“Somos la única escuela en Colombia que tiene medallas de oro en Japón, en karate de contacto”, cuenta con orgullo Caicedo.
Además, sus alumnos han tenido roce internacional y han logrado buenos resultados. “José Miguel Verdugo compitió en jiu jitsu en Estados Unidos, ganó bronce y plata. Y Daniel Ruano compitió en Yamanashi (Japón) en el 2017 y quedó bronce”.
Uno de los principios que utiliza para su vida fue la inspiración para nombrar a su academia: Nintai, que traduce paciencia. “Eso es lo que uno tiene que tener para conseguir las cosas en la vida, perseverar. Hoy los muchachos quieren coger muchos atajos”.
Para practicar esta disciplina, uno de los requisitos que tienen que tener los alumnos son un buen nivel académico.
“No se pueden llevar el mundo a punta de puños y patada”, dijo el entrenador de 56 años.
En el dojo, donde reciben niños desde los cuatro años, entrenan todos los días todos los días, de 6:00 a 8:00 p.m.
“La primera vez que fui fue algo impresionante, fue el primer país que conocí en el 1994. Me fui como alumno interno cuatro meses, vivía para el dojo 24/7. Tenía que pelar 200 papitas. Creí que había ido de manteco allá, hasta mi moto la vendí. Pero te das cuenta que eso te inculca humildad, te enseña el servir a los demás. Obtuve mi primer título internacional de Sensei”, rememora con gratitud Eduardo.
En su experiencia en el país asiático, se queda con el ejemplar comportamiento de la gente. “Lo que más admiro de la cultura japonesa es la capacidad de trabajar en sociedad, en armonía. De respetarse el uno al otro”.
De la cultura japonesa ha incorporado una gran cantidad de costumbres, como la alimentación sana para la práctica del deporte.
La fortaleza y la tenacidad que tiene Eduardo ha sido clave para supera el dolor y las lesiones que le han generado esta disciplina.
“Las lesiones me sacan la piedra y quiero es dominarlas rápido. En el 2010 hice una demostración para Caracol con seis bloques de hielo, quebrándolos con la mano. Ensayando para hacerla me resbalé por el agua y me fisuré el cúbito, a los dos días tenía esa demostración y me tocó volarme el brazo, me fracturé cúbito y radio. En el momento quedé anestesiado por la adrenalina y las cámaras y todo eso. Por la noche le dije a mi maestro que me sentía mareado y de una para la clínica”, relató.
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Unos verdaderos golpes de acero son los que ha dado este entrenador para coger potencia.
“Lo más duro que he roto a golpes son piedras de río y bates de béisbol. Con el puño puedo romper dos bates y con la canilla puedo romper varios bates juntos. Es un ejercicio muy común para todos, porque si rompes el bate con la pierna, cuando estés en combate y le des una patada al contrario la va a sentir de verdad”, explicó Caicedo.
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