“No estamos desayunando, por eso nos levantamos tarde para almorzar”. Con esta dramática declaración ocho colombianos, seis provenientes de Cali, viven los peores días de sus vidas en Guayaquil, Ecuador, a donde fueron a alcanzar su sueño de jugar fútbol profesional.
Sin embargo, se chocaron de frente con el olor a muerto en el apartamento donde viven. Por eso claman por una ayuda humanitaria para regresar a casa.
Más de 6.700 fallecidos se han presentado en este mes en la Provincia de Guayas, que tiene como capital a Guayaquil. Esta increíble suma de decesos se disparó por la llegada del Covid-19 a la zona, aunque solo 200 son por el virus.
Esta crisis llevó a que el sueño de siete futbolistas y el preparador físico se haya ido por un abismo.
Juan Bautista Barona Cortés, un caleño que es preparador físico, partió de Cali a finales de enero con la ilusión de cumplirle el anhelo a Juan Sandoval, Juan Jaramillo, Bayron Murcia, Juan González, Juan Felipe Sánchez, más los hermanos Esteban y Luis Cuenca, -huilenses, de ser profesionales.
Todo marchaba sobre ruedas. Los muchachos estaban entrenado en diferentes equipos ecuatorianos de la segunda división. Cuatro iban a firmar contrato y los otros tres seguían en período de prueba, pero esa alegría se fue esfumó.
La aparición del Covid-19, y las masivas muertes en Guayaquil, frenaron la firma de los contratos. El ‘profe’ Barona, quien oficia como el representante de ellos, recibió un par de llamadas. Al otro lado de la línea estaban los directivos de los clubes que ficharían a los compatriotas pero todo cambió en un abrir y cerrar de ojos: “No serán fichados. Esta situación frenó todo”.
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Esa noticia, a dos días de firmar el convenio, cayó como un baldado de agua fría y, por si fuera poco, la cuarentena y el cierre de fronteras en Ecuador les impidió devolverse.
Ellos viven atrapados en un apartamento ubicado en la localidad de Sauces, en una urbanización, -parecida a Chiminangos en Cali. Allí viven en el sector 3, rodeados del virus. “En los sectores 2, 4, 6 y 9, que son muy cercanos, hay muchos infectados y fallecidos”, aseveró Juan Bautista.
Al no firmar el contrato el sueño comenzó a hacerse trizas. Al principio mantenían la calma, había alegría, los padres de los siete jóvenes, de entre 17 y 23 años, les enviaban unas ‘lukas’ para sobrevivir, pero los recursos se acabaron.
Los progenitores aquí en Cali y en Neiva quedaron varados sin trabajo, salvo uno, el papá de Juan David Sandoval, quien hasta hace poco les estuvo mandando dinero pero ya no tiene de dónde más echar mano, además, el billete que gana el ‘profe’ escacea, a duras penas “nos quedan ahorros para vivir hasta el sábado”, reveló.
Y por si fuera poco, los olores “a muerto se sienten desde el apartamento”, los alimentos subieron de precio, los ecuatorianos no se protegen y andan por las calles propagando el virus para tener algo de plata.
Y por si fuera poco Juan Sebastián Jaramillo, de 23 años, tuvo un problema en el colon, no pudo ir a un hospital porque “están desbordados y sería peor, me puedo contagiar”, afirmó el jugador, quien fue examinado por un médico pero por teléfono, porque prefieren evitar traslados para no infectarse.
‘Jara’, como le dicen cariñosamente, resolvió en una baldosa, así como en el fútbol, y mejoró con remedios caseros sin recuperarse del todo, pues tuvo que sacar fuerzas porque es el alma del grupo, el de más defensas en su cuerpo.
Por eso se expone para salir y llevar los insumos a casa para subsistir, eso sí, con todas las protecciones del caso: tapabocas, alcohol, guantes y antibacterial y cuado vuelve se baña.
El mercado que hace les tiene que durar varios días, y más porque prácticamente se están quedando sin recursos, a tal punto que temen por ser echados del apartamento al no tener con qué pagar el arriendo.
Y aunque al principio ellos tenían pa’ los tres golpes del día: desayuno, almuerzo y comida, hoy en día pararon los entrenos en casa ante las falta de alimentación, por eso tienen que pasar penas y optaron por una estrategia simple pero a la vez muy cruel: “No estamos desayunando por dinero, por eso nos levantamos tarde para almorzar un arroz con pasta o arroz y sopa de pasta, o un arroz con pepas. En la noche comemos lo que guardamos del almuerzo, a veces cenamos arroz y tajadas”, confesó Jaramillo.
Al preparador Barona le ha tocado incluso ser sicólogo para fortalecer a los muchachos y que no caigan en depresión ni se enfermen, no cuentan con servicio de salud.
“Mi mamá está pegada del techo. Está haciendo todo lo posible para devolvernos”, revela Juan David Sandoval, de 17 años, quien solo piensa en volver a casa, “tras aventuriar” en Ecuador, y contar con la ayuda de su padre para gestionar con el Gobierno la repatriación de los ocho.
Lo mismo piensa Luis Cuenca, de 19 años, quien relata que la situación en Guayaquil es todo un “caos”, además, confiesa que “tenemos mucho temor por lo que se está viviendo” y por eso “le pedimos al Gobierno que por favor nos ayude, los necesitamos para regresar a casa”.
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Y aunque el papá de Juan David ha gestionado el regreso de ellos al país a través de Migración Colombia y del Consulado colombiano en Ecuador, para que les colaboren con un vuelo humanitario o un viaje terrestre, no ha tenido éxito.
Por eso ahora le suplican al Presidente de Colombia, Iván Duque, y al Alcalde de Cali, que intercedan por ellos y les ayuden para regresar al país.
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