Desde sus inicios, la Fundación Valle del Lili creó la Unidad de Apoyo y Responsabilidad para atender las necesidades de los pacientes y de las comunidades más vulnerables.
El reto, considerando las distintas problemáticas sociales, era enorme.
Por eso, gran parte de su labor ha sido dedicada a brindar ayudas humanitarias a través de auxilios de transporte, alimentación, funerarios y medicamentos, entre otros.
Asimismo, a promover programas que ayuden a romper barreras de acceso a la salud, y a facilitar la continuidad de los tratamientos para los pacientes cuyas familias viven en difíciles condiciones económicas. Un ejemplo de esto es el Hogar de paso Alonso Ocampo, que funciona en alianza con la Fundación El Cottolengo.
Igualmente, las jornadas de salud internas: Operación Sonrisa y Jornada de Columna. Pero también externas como odontología, ginecología y pediatría, pues para la Fundación Valle del Lili es fundamental lograr una atención en salud humanizada, incluyente y de calidad.
Sin embargo, desde hace dos años ha venido gestionando proyectos en educación a largo plazo, y de gran impacto social como Aula Lili y Lilitalentos.
Para Luisa Fernanda González, coordinadora de la Unidad, los programas de Responsabilidad social responden a necesidades sentidas del entorno y se centran en las áreas en que la institución tiene mayor capacidad y experticia, es decir, salud y educación.
No obstante, también tiene en cuenta los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), para definir una agenda social empresarial alineada con las metas globales.
La Fundación ha sido especialmente sensible a las necesidades de las comunidades en tiempos de pandemia, brindado apoyo a otros hospitales para la compra de insumos a través de ProPacífico, al igual que acompañamiento y capacitación a centros asistenciales de baja y mediana complejidad, a través de la telemedicina, para poder hacer frente al Covid-19.
Además, y para atender la inseguridad alimentaria que vivió la ciudad como consecuencia del confinamiento obligatorio y el desempleo, benefició con mercados a las familias de pacientes vulnerables, todo ello gestionado con recursos propios y a través de donaciones de empresas de alimentos de la región, y fondos de la organización My Child Matters, en el caso de pacientes pediátricos.
"La Fundación Valle del Lili es una institución autosostenible. Esto le permite invertir en servicios de salud, pero también en programas sociales de alto impacto para las comunidades".
Luisa Fernanda González Cabal
Coordinadora Unidad de Apoyo y Responsabilidad Social
Cabe destacar que la Fundación también tiene otras áreas de inversión de alto impacto como son: apoyo económico de mera liberalidad que consiste en el pago de la matrícula financiera a estudiantes en programas de especializaciones médicas, y becas a estudiantes de pregrado, cuerpo médico y personal administrativo y asistencial de la institución. Para estos apoyos educativos, en el 2020 asignó un presupuesto de $7.089 millones.
Además, invirtió recursos propios para apoyar procesos de investigación clínica que respondieran a las necesidades de salud de la población.
1600 millones, es el presupuesto anual de la Unidad de Responsabilidad Social de la Fundación Valle del Lili.
Visión Altruista
La idea de crear una Institución de alta complejidad surgió de un grupo de personas y empresarios de la región.
La doctora Marcela Granados Sánchez, Subdirectora General de la Fundación Valle del Lili, recuerda que en 1982 se gestó la propuesta basada en cuatro pilares, uno de ellos, el de apoyo social a comunidad, el cual, aseguró, se ha transformado y extendido a otros campos en los últimos años, con la gestión del doctor Vicente Borrero. Hoy en día ese pilar se denomina Responsabilidad Social.
“Sabíamos que algunos de nuestros usuarios venían a la Fundación necesitando con prioridad atención en salud, pero habían unas barreras que les impedían acceder al servicio, como eran la falta de transporte y alimentación para las familias de los pacientes. Esta iniciativa surge a partir de esa necesidad, brindando apoyo a los pacientes hospitalizados y a sus familias”, dijo.
Luego, las ayudas se extendieron a otras áreas como educación, con programas de gran impacto para la comunidad. El altruismo institucional, con responsabilidad y liderazgo, moviliza profundos cambios sociales en las poblaciones.
¿Cómo aportar al desarrollo sostenible desde el sector salud?
Uno de los retos de sostenibilidad más complejos a nivel global es garantizar una atención integral en salud para toda la población. Frente a la magnitud de esta problemática, ¿cuál podría ser la motivación para que una institución de salud dedique esfuerzos adicionales para atender otros retos de sostenibilidad como la educación inclusiva y la lucha contra el hambre y la pobreza?
Para la Fundación Valle del Lili, una gestión social de calidad debe trascender sus muros y contribuir al desarrollo social de la región en línea con las aspiraciones globales para la sostenibilidad. En este sentido, los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) son un marco de referencia fundamental para diseñar la agenda social de la institución, de acuerdo con su pilar de responsabilidad social y con su direccionamiento estratégico.
Cuando la salud se comprende de manera integral, se puede identificar que está estrechamente ligada a otros factores como la educación, los ingresos, la seguridad alimentaria y el medio ambiente, entre otros. La conclusión de la Comisión sobre los Determinantes Sociales en Salud de la OMS es contundente: entre mayor sea la equidad social y mejores las condiciones de vida, mayores los niveles de salud y bienestar para todos.
Por esta razón, una institución líder en salud no puede ser indiferente a los problemas de la sociedad en la que opera. Para diseñar una agenda social que contribuya al desarrollo sostenible, una organización requiere comprender su relación con el entorno y el modo como los diferentes ODS se articulan entre sí.
Por ejemplo, las ayudas sociales y alimentarias que brinda la institución a sus pacientes más vulnerables, en línea con los ODS 1, 2 y 3 (Fin de la pobreza, Hambre cero, y Salud y bienestar), efectivamente contribuyen a romper barreras de acceso a salud, a ofrecer una atención más incluyente y humanizada, y a aliviar las dificultades socioeconómicas que enfrentan muchas familias cuando atraviesan un proceso de enfermedad.
Del mismo modo, el vínculo estrecho entre educación (ODS 4) y salud (ODS3) es el eje fundamental de programas como el Aula Lili, el cual está dirigido a pacientes pediátricos cuya continuidad escolar está en riesgo. Este programa no solo aporta a una educación más inclusiva a nivel local y regional, sino que también permite que la educación contribuya a que los pacientes tengan una mejor recuperación.
Finalmente, la relación entre el medio ambiente y la salud humana no se puede ignorar si un hospital quiere ser responsable y coherente. El programa institucional de Compras Verdes busca garantizar que todos los productos e insumos que se utilizan para la atención en salud no generen daño a las personas y al ambiente. Igualmente, al tener un acueducto propio, con tecnologías de oxidación en ozono, se puede asegurar que, el agua que se suministra a los pacientes de la Fundación, está libre de organoclorados perjudiciales para la salud. Todos estos esfuerzos conectan los ODS 6 y 12 (agua y consumo responsable), y con el ODS 3 (salud).
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