Alejandro es un joven inquieto y alegre, siempre está moviéndose, ayudando en la casa, o jugando fútbol con sus amigos. Sin embargo, desde el pasado 3 de abril, ‘Alejito’ debe permanecer quieto, una situación atípica para él, por lo que en ocasiones no puede ocultar su mal humor. Aunque, al instante recobra el ánimo, muy consciente de que hay una gran razón para sentirse feliz, puesto que su quietud se debe a un trasplante de hígado, en el que su madre fue la donante viva.
Se trató del primer trasplante hepático realizado a un paciente menor de edad con peso similar al de un adulto, procedimiento que requiere, a diferencia de los realizados a niños que pesan menos de 10 kilos, tomar una parte más grande del hígado del donante.
Como explica el doctor Jorge Iván Villegas Otálora, cirujano trasplantólogo de la Fundación Valle del Lili y quien estuvo al frente del procedimiento, con ellos “se hizo el primer trasplante hepático de donante vivo a partir del lóbulo derecho del hígado, es decir, una hepatectomía derecha, debido a que el paciente receptor, aunque es pediátrico, tiene un peso similar a un adulto y necesitó mayor masa hepática. Por lo tanto, su comportamiento es como si fuera un trasplante hepático donante vivo adulto - adulto”.
“Cabe anotar que hace más de 25 años realizamos en la Institución trasplantes de hígado a partir de un donante vivo adulto, para niños de menor peso y edad; esto ha permitido trasplantar muchos niños del país y la región con excelentes resultados”, agrega el cirujano.
Ahora, el hijo y su madre se encuentran en recuperación después de una exitosa cirugía que abre, por primera vez, la oportunidad de realizar trasplantes de este tipo también de donante vivo adulto a un paciente adulto.
“Con este procedimiento abrimos el camino para que un adulto vivo pueda donar a otro adulto. Esta es una alternativa segura ante la escasez de donantes cadavéricos, que es muy grande en el mundo entero y en nuestro país”, sostiene el doctor Villegas.
De una teleconsulta a un trasplante
Alejandro nació hace 13 años en el municipio de Usiacurí (Atlántico), pero a los 6 meses fue diagnosticado con cirrosis biliar secundaria. Estuvo en tratamiento hasta los 7 años, cuando los médicos consideraron que podía llevar una vida normal. Así fue hasta noviembre de 2022, cuando su madre comenzó a detectar señales de alarma.
“Empezó a sentirse cansado, ya casi no salía a jugar y dormía más de lo normal, además noté una coloración amarilla en sus ojos, lo que me alertó. Decidí realizarle exámenes clínicos y me enteré de que la bilirrubina estaba muy elevada, eso me confirmó que tenía problemas con su hígado de nuevo”, recuerda Leticia Alejandra Escorcia Torres, madre de Alejandro.
En primer lugar, acudieron a un centro médico de Usiacurí, en el que Alejandro fue hospitalizado, después lo remitieron a la Clínica General del Norte, en Barranquilla, donde hicieron nuevos exámenes clínicos al menor, entre ellos una biopsia, y determinaron que podía seguir un tratamiento en casa, así que él y su madre regresaron al municipio. Pero a los pocos días Alejandro se agravó, entonces fue remitido nuevamente a la capital del Atlántico, y desde allí, los médicos tratantes decidieron realizar una teleconsulta con especialistas de la Fundación Valle del Lili en Cali.
Los especialistas, entre ellos la doctora Verónica Botero Osorio, gastroenteróloga y hepatóloga pediátrica, evaluaron su caso y consideraron la necesidad de un trasplante para el paciente, por lo que a los pocos días Alejandro fue trasladado a la sede principal de la Fundación Valle del Lili, ubicada en la capital vallecaucana.
“Me dieron tres opciones de instituciones de salud donde podían recibir a mi hijo, yo investigué y por eso pedí que nos enviaran a la Fundación Valle del Lili”, comenta la madre.
En la ciudad de Cali, Leticia fue informada de las opciones que tenía su hijo para recibir un trasplante de hígado. La primera de ellas es un trasplante de donante cadavérico, para lo cual debe ingresar a la lista de espera que lleva el Instituto Nacional de Salud (INS), dependiente de los índices de donación en el país, que no cubren la demanda de pacientes necesitados de un hígado, o una parte del órgano, para vivir.
“Si no trasplantamos rápidamente a estos niños, se nos van a morir o se van a deteriorar gravemente, generando una tristeza inmensa, descomposición familiar y costos muy grandes para el sistema de salud. Por eso, desde hace más de 25 años, en la Fundación Valle del Lili venimos ofreciendo una alternativa para niños que tienen enfermedades hepáticas, terminales, que nacen sin vías biliares, o que por alguna condición infecciosa, algún virus o algún problema genético, se daña su hígado, y la única opción de vida que tienen es el trasplante”, menciona el doctor Villegas.
Aclara que “con estos pequeños que tienen poco peso, hemos venido realizando trasplantes con donante vivo relacionado, principalmente, el papá, la mamá o algún familiar cercano que sea compatible. De esta forma podemos darles una expectativa de vida mayor del 90%, porque sin ese trasplante la mayoría podrían fallecer en uno o dos años. Gracias a este procedimiento tenemos niños, hoy adultos, que trasplantamos hace 25 o 27 años”.
La otra opción que plantearon a la madre de Alejandro, fue ser la donante de su hijo, aunque por tratarse de un adolescente de peso superior a los 55 kilos, la parte de su órgano que tomarían sería mayor y más complejo el procedimiento quirúrgico. “La vida de mi hijo estaba en riesgo y no podía esperar, de modo que me ofrecí como donante y confié plenamente en los médicos”, responde Leticia.
Después de realizarle exámenes de compatibilidad y para descartar enfermedades, se comprobó que la madre era una donante potencial. De este modo, se programó el trasplante para el 3 de abril de 2023, el día que Leticia dio vida por segunda vez a su hijo.
Al respecto, señala el doctor Villegas, “teníamos que extraer una mayor parte del hígado de la mamá. Obviamente, es una cirugía con riesgos, más dispendiosa y con mayores dificultades técnicas, pero que por la escasez de donantes cadavéricos, se constituye en una alternativa para jóvenes y adultos. Es la primera vez que un procedimiento de estos se realiza en el Suroccidente colombiano, y lo logramos con unos rangos de seguridad muy importantes, que garantizan la vida del donante y un muy buen resultado para el receptor”.
En el Suroccidente de Colombia solo la Fundación Valle del Lili realiza trasplantes de donante vivo. Cabe recordar que entre el 20% y 30% de los pacientes en lista de espera fallecen sin trasplante.
Señala que “una intervención quirúrgica tan importante, solo es posible con un equipo multidisciplinario y una gran fortaleza institucional, como la que posee la Fundación Valle del Lili, que nos ha permitido expandir de una manera importante la posibilidad de trasplantar personas de donante vivo. Porque nuestro talón de Aquiles para los trasplantes sigue siendo la falta de cultura de donación, que debemos seguir promoviendo con insistencia”.