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A las 5:00 de la mañana del doce de marzo de 2018, Jorge Luis Hortua abrió sus ojos, miró a su esposa y le dijo: “hoy sí me voy”. La gravedad del cáncer de estómago que lo aquejaba lo tenía en la Unidad de Cuidados Intensivos de la Clínica Cali Norte, de donde no pudo regresar a su casa, el lugar que desde entonces -dijo Damaris Caro- “sigue oliendo a él”.
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Después de que el intérprete le dijo a Damaris que ese día se iba, los médicos le sugirieron entubarlo, porque su respiración era cada vez más pausada. Pero él se lo había dejado claro: “no lo permitas, no quiero que me vean así”. Las horas estaban contadas y ambos lo sabían.
A las 11:50 de la noche de ese doce de marzo, Caro se despertó tras una siesta de dos horas. Jorge Luis estaba agonizando. La respiración ya era casi nula y ella no soportaba verlo así. “No es justo verte sufrir, quiero que te vayas ya, Jorge Luis”, le exclamó con fuerza la madre de dos de sus cinco hijos. A las 11:55 de la noche, y a los 51 años, el cantante dejó de existir.
Ya se cumplió un año del deceso de uno de los artistas de música popular más influyentes del país. Su muerte enlutó a fanáticos, referentes del género y a su esposa, la mujer que lo amó desde que tenía trece años. En Q'hubo visitamos la casa que Damaris compartía con Jorge Luis. Un hogar campestre, sumergido en las montañas que circundan a Cristo Rey y que aún conserva intacto todo lo que le pertenecía al cantante.