El nombramiento de Laura Sarabia como nueva ministra de Relaciones Exteriores de Colombia dejó en evidencia la celeridad con la que la Casa de Nariño quería dar paso a una nueva etapa en la Cancillería. Su predecesor, Luis Gilberto Murillo, anunció su renuncia el pasado 20 de enero, confirmando la decisión a través de sus redes sociales, donde expresó gratitud hacia el presidente Gustavo Petro y enumeró algunos de sus logros en el cargo.
Sin embargo, su salida estuvo rodeada de tensión e incertidumbre. Mientras Murillo seguía ejerciendo labores diplomáticas en Washington, la Presidencia de Colombia ya había publicado la hoja de vida de Sarabia, acelerando una transición que lució forzada. A diferencia de otros ministros que han dejado el gabinete, su despedida no estuvo acompañada de un reconocimiento público por parte del Gobierno.
El momento más tenso se habría dado el 27 de enero, cuando Murillo se disponía a viajar desde el aeropuerto El Dorado hacia Estados Unidos en una labor diplomática clave para mitigar la crisis con la administración de Donald Trump. Según fuentes cercanas, su visa fue suspendida temporalmente, retrasando su vuelo durante varios minutos.
Una vez en suelo estadounidense, Murillo fue conducido a una Sala Especial de Segunda Verificación, donde las autoridades le informaron nuevamente sobre la restricción de su ingreso. Se dice que tras varias llamadas, logró obtener un permiso especial para continuar su misión, pero su expresión reflejaba preocupación. La tensión entre Colombia y EE.UU. habría complicado su tránsito, pese a que renunció a su ciudadanía estadounidense para asumir como canciller.
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Murillo parecía convencido de que su ciclo en la Cancillería había terminado, pero no de que su salida se daría de manera tan abrupta. El 28 de enero, mientras adelantaba reuniones diplomáticas en Washington, en la Casa de Nariño se ultimaban detalles para la posesión de Laura Sarabia, programada para el día siguiente.
La rapidez en el nombramiento contrastó con la demora en otros cambios ministeriales, como el del exministro TIC, Mauricio Lizcano, quien sigue sin reemplazo oficial. La diferencia de trato no pasó desapercibida.
Antes de concluir su gestión, Murillo anunció en un video que la firma Thomas Greg & Sons había desistido de su demanda por el contrato de pasaportes, lo que consideró un éxito en la defensa de los recursos públicos. Pese a este logro, su despedida careció del respaldo y reconocimiento presidencial.
El 29 de enero, minutos antes de la posesión de Sarabia, Murillo emitió un comunicado donde deseó éxito a su sucesora, sin mencionar en ningún momento al presidente Petro. Desde entonces, ha mantenido prudente distancia de los medios, sin aclarar detalles sobre su salida ni confirmar las versiones sobre el episodio de su visa.
Aunque en la Casa de Nariño insisten en que su renuncia era una decisión tomada con anterioridad, lo cierto es que su salida resultó más fría, apresurada y complicada de lo esperado.
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