Si todo salía de acuerdo a lo planeado, Froyster, Junior y su familia, al igual que las 22 personas que viajaban con ellos, incluidos dos ancianos y seis niños, recibirían el Año Nuevo 2023 en medio de la selva, pero más cerca a su destino soñado: los Estados Unidos.
Han pasado dos meses desde que este grupo de haitianos emprendió su caminata desde Suramérica con destino a Estados Unidos y se desconoce cuál fue su suerte al atravesar el Tapón del Darién, la frontera natural y agreste entre Colombia y Panamá, considerada la más peligrosa del mundo.
Su aventura inició a mediados de diciembre del 2022 en Chile, país al que llegaron hace tres años huyendo de la pobreza. En solo una semana de viaje ya habían experimentado en carne propia el abuso y el engaño del que han sido víctimas miles de migrantes de más de 40 países que optaron por ingresar a Panamá, a través de Colombia, en su ruta hacia el anhelado ‘sueño americano’.
“Estamos cruzando de frontera en frontera para cumplir un sueño. Al pasar de Ecuador a Colombia le pagamos US$200 dólares por persona a un caballero que nos llevaría a Necoclí (Antioquia), y nos dejó botados en Cali. No tenemos dinero y lo que queremos es que nos ayuden a avanzar. Llevamos mujeres, niños y ancianos y estamos pasando una situación muy crítica. Necesitamos que nos vendan tiquetes para avanzar”, aseguró Junior sentado en las afueras del terminal de transportes de Cali, donde le negaron la venta de pasajes de autobús hacia Medellín.
Ante la incapacidad de Migración Colombia de contener el flujo de migrantes hacia Panamá, en septiembre de 2020 se les prohibió a las empresas de transporte vender pasajes a extranjeros que viajen en forma ilegal hacia Medellín o los municipios del Urabá antioqueño, con la amenaza de imponer sanciones a las empresas que sean sorprendidas en carretera transportando extranjeros sin la documentación debida.
Situación que han sabido aprovechar los traficantes de personas o ‘coyotes’, como los tres que abordaron en la mañana del 21 de diciembre a los haitianos en las afueras del Terminal de Transportes de Cali, para ofrecerles llevarlos hasta Necoclí por US$250 cada persona.
Los mismos traficantes les han advertido que seguramente de las empresas de buses ya han llamado a Migración Colombia para reportar su presencia irregular en el país y que en pocos minutos pueden llegar para brindar la ruta de atención a niños y personas de la tercera edad, pero también para exigirles que abandonen Colombia por la misma frontera que ingresaron: por Ecuador. En cuestión de segundos toman sus pertenencias y cada grupo huye en una dirección distinta.
Cinco días después, el 26 de diciembre del 2022, hacemos contacto telefónico con ellos y ya se encuentran en Necoclí. Les aconsejaron viajar a ciudades pequeñas donde no hay oficina de Migración Colombia y así abordaron diferentes buses hasta llegar al Urabá, donde inicia la caminata que, calculan, durará de 12 a 15 días.
Finalmente, el 28 de diciembre lograron cupo en una lancha que los llevó hasta el sector de Capurganá, en la entrada al tapón del Darién, donde un grupo de coyotes los guiará a través de la selva. Fue esa la última vez que logramos hablar con ellos porque al día siguiente iniciarían la travesía y quedarían sin señal telefónica dentro del Darién.
El grupo de Froyster y Junior se internó en la madrugada en la manigua sin saber que ese mismo día la Corte Suprema de Estados Unidos dictaminó, por pedido de 19 estados, mantener vigente el llamado Título 42, con el cual en el 2020 el Gobierno de Donald Trump bloqueó el ingreso de migrantes y avaló su expulsión de inmediato como medida sanitaria para contener el covid. Una decisión con la que cada paso que da el grupo de haitianos dentro del Darién, podría ser en falso.
No existe una cifra consolidada de cuántas personas han muerto intentando cruzar el Tapón del Darién para llegar a los Estados Unidos, pero diversas organizaciones defensoras de derechos humanos insisten en la necesidad de buscar una ruta humanitaria.
El Tapón del Darién es una selva inhóspita de 575.000 hectáreas que sirve de frontera natural entre Colombia y Panamá. Pero también desde el 2018 se convirtió en un mausoleo internacional con una cifra indeterminada de muertos, y en un termómetro para medir la dimensión de las crisis políticas, económicas y sociales por las que han atravesado varios países de América, Asia y África.
En el 2019 fue una oleada de 10.510 haitianos huyendo de la crisis social y de violencia tras el asesinato del presidente Jovenel Moïse. Entre 2020 y 2021 se sumaron 10.096 chilenos que escaparon en medio de la crisis política y de violencia en las calles de su país. También en el 2021 fueron 17.603 cubanos los que cruzaron el tapón en busca de una mejor vida que la que les ofrecía en la Isla el régimen de los hermanos Castro.
El éxodo masivo de venezolanos que escapaban de la crisis y la escasez que generó el régimen del presidente Nicolás Maduro fue una constante durante el 2022. Información recabada de las autoridades migratorias panameñas permite revelar que entre los meses de enero y octubre fueron 148.285 venezolanos los que cruzaron hacia Panamá en su intento por llegar a EE.UU. y en los últimos meses se ha registrado el paso de 15.185 ecuatorianos y aparecen, por primera vez en la lista, 4.668 colombianos con rumbo norte.
Se suman a ellos, según las cifras obtenidas, más de 15.000 ciudadanos de países como Camerún, India, Congo, Bangladesh, Senegal, Nepal y Afganistán, de donde huyen, en su mayoría, por la presión de los islamistas o por el regreso de los talibanes.
Otros miles de migrantes de países de América como Paraguay, Ecuador, Argentina, Honduras, El Salvador, Perú y República Dominicana, también enfrentaron las inclemencias de la selva.
Y aunque en los registros figuran más de 12.000 brasileños, son en realidad hijos de haitianos o venezolanos que nacieron en ese país durante el éxodo y que el gobierno de Panamá los registra según su lugar de nacimiento.
Adentrados en la selva, en el desafío a muerte contra el tapón del Darién, los peores riesgos no son los que asumen ante la naturaleza, que ha cobrado decenas de vidas por las crecientes de los ríos, las caídas por montañas empinadas o los ataques de animales salvajes. Las historias denunciadas por las víctimas hablan de violaciones de hombres y mujeres, el atraco de bandas criminales y el asesinato de migrantes. Muchos de los cuerpos de estas víctimas del hambre y de la violencia quedaron perdidos en la selva sin una cruz, ni un nombre que le dé pistas a sus familiares, si un día deciden buscarlos.
Por eso cuando el migrante venezolano David Morales llegó a Panamá, luego de una travesía de seis días cruzando la selva hostil, y haber sido asaltado por las mismas personas que contrató para que lo guiaran por entre la manigua, sintió que ya estaba pisando suelo estadounidense.
Aunque aún lo separaban 5.402 kilómetros del sueño americano, un recorrido de 73 horas en carro o 1080 horas caminando a través de cinco países más, ya había superado el mayor obstáculo que enfrentan los migrantes del mundo que eligen llegar a los Estados Unidos a través de Colombia.
Varios casos están consignados en los registros de organizaciones sin ánimo de lucro que trabajan en favor de los migrantes en el que es considerado el paso fronterizo más peligroso del mundo.
Entre ellas, la Asociación de Venezolanos en la Cordillera Central (Asovecc). Fabiola Sallah, su Coordinadora de Proyectos, cuenta que han conocido historias desgarradoras e insólitas. “Entre otros problemas que hay en Necoclí, encontramos casos de acceso carnal violento. Estando nosotros ahí llegaron migrantes y fuimos a San Luis, al primer albergue que está antes de entrar a la selva y pudimos visualizar una cantidad de cosas que no crees que puedan ser reales”.
“Hubo el caso de una señora que tenía un puesto de comidas y que iba frecuentemente al campamento en Necoclí para llevar agua y saludar a los migrantes, pero era por ganarse la confianza porque a través de WathsApp le ofrecieron a una migrante $1.500.000 pesos colombianos por su bebé. “La mujer entró en crisis, se puso a llorar por la propuesta de vender a su hija y por temor a que se la fueran a robar se regresaron a Bogotá con cuatro bebés más”, cuenta Sallah.
Esa oportunidad de devolverse no la tuvieron dos mujeres haitianas y una cubana que murieron ahogadas el 10 de octubre del 2021, luego de que hundiera una embarcación que transportaba a 29 extranjeros hacia Acandí, Chocó. Otras seis personas desaparecieron.
Tampoco tuvo una segunda oportunidad Bryan Corrales, el niño cubano que murió de un infarto en el recorrido. A su nombre permanece aferrada, en plena selva, una cruz de madera que clavaron sus padres en el mismo lugar donde debieron sepultarlo, antes de continuar con el recorrido.
En dos entierros masivos realizados en octubre del 2021 en el cementerio de Guayabillo de la provincia de Agua Fría, en el Darién, fueron sepultados los restos de 21 personas en improvisadas fosas comunes. Otras 30 personas ya habían sido sepultadas en los primeros diez meses del 2021, pero los relatos de los migrantes hablan de los restos de decenas de personas que han quedado esparcidos por la selva sin que nadie se atreva a recuperarlos.
Un total de 404.516 migrantes de unos 50 países han atravesado el tapón del Darién arriesgando su vida en una odisea que los lleva a través de la selva desde Colombia a Panamá. Esta frontera es considerada la más peligrosa del mundo.
No existe una cifra total de cuántas personas han muerto intentando cruzar el Tapón del Darién para llegar a los Estados Unidos, pero lo que sí es un hecho, según defensores de derechos humanos, es que el interés del mundo debe enfocarse en que ni una sola persona más fallezca en ese intento.
Y una de las primeras acciones que hay que tomar, aseguran expertos consultados, es contrarrestar la información que otros migrantes circulan a través de redes sociales, mostrando cómo fue su paso por el Darién y cómo les ha cambiado la vida en Estados Unidos.
Ese cambio que muestra en videos el cuñado de Kevin, a través de Facebook e Instagram, en el que contrasta el barro y la manigua en el Darién con la magestuosidad de los puentes en Manhattan es lo que lo motivó a salir desde Chile hacia Estados Unidos con su esposa, su hijo y con Shakira, una perrita de dos meses que recogieron en Perú.
Vicente Torrijos, analista e internacionalista, considera que, “infortunadamente, la relación costo beneficio resulta en muchas ocasiones favorable y eso es lo que lleva a la gente a correr el riesgo. Es decir, finalmente se difunde la idea o el rumor de que a pesar de los riesgo, suele ser efectivo el paso”.
“Es necesaria una gran campaña internacional con el apoyo de la OEA, Naciones Unidas y el Gobierno de Estados Unidos para que en redes sociales haya una difusión intensiva de los gravísimos riesgos y con eso se trate de neutralizar la difusión de información falsa que impulsan las redes del crimen transnacional haciendo ver este tránsito como un tránsito relativamente exitoso”, asegura Torrijos.
“Eso creo que a la larga es lo único que pude influir sobre la conciencia individual e incluso grupal de los migrantes para que se desestimule y oportunamente no consideren que esa sea una ruta viable. En el fondo creo que esta es una ruta que solo se puede manejar con información masiva, calificada y sobre todo transparente, descarnada; aunque cueste admitir la realidad hay que presentarla como es para que precisamente evitar los problemas y sobre todo el drama humanitario que sabemos que está ocurriendo”, agrega.
Según las cifras del Sistema de Migración de Panamá, entre enero del 2019 y diciembre del 2022, arriesgaron su vida, atravesando el tapón 404.516 migrantes provenientes de más de 40 países.
No cruzar el bosque, como le dicen algunos niños y niñas a la selva del Darién, sería la solución obvia al riesgo al que se exponen los migrantes que buscan llegar a los Estados Unidos. Sin embargo, mientras lo obvio sucede, diversos sectores coinciden en la necesidad de generar mecanismos para establecer vías seguras para los migrantes.
Y son justamente los menores de edad los más afectados durante la travesía. Solo en el caso de los 126.000 migrantes, en su mayoría haitianos, que cruzaron el Tapón del Darién durante el año 2021, se reportaron 29 casos de abuso sexual en niños, según un informe de la Unicef.
De acuerdo con Luis Eduardo Ríos, oficial de protección de la niñez para asuntos migratorios de Unicef Colombia, es necesario ir avanzando en unas posibles soluciones porque “por esa frontera no debería cruzar nadie. Ese es un paso migratorio irregular; es decir, no es un punto fronterizo oficial y es absolutamente peligroso”.
“Nosotros no hablamos de legales o ilegales porque la migración es un derecho. En redes sociales se mueve muchísima información entorno a los pasos fronterizos, pero incluso la que señala los riesgos se queda corta frente a los peligros verdaderos a los que se exponen las familias que intentan pasar por ese punto y especialmente los niños, niñas y adolescentes”, señala Ríos.
Aunque la solución aparentemente obvia de la que hablan algunas personas es abrir los 100 kilómetros de carretera que separan a Panamá de Colombia por vía terrestre, y a Norte y Suramérica de una conexión vía, esa es la opción menos probable que hay en el Darién, según expertos.
Entre ellos Emilio Rodríguez, un biólogo que trabaja en la defensa de la Amazonía y quien fue subdirector de Parques Nacionales Naturales de Colombia. “Ninguna solución pasa por habilitar una vía a través del Tapón del Darién, como se ha intentado hacer desde hace más de 30 años”.
“Hablar del Tapón del Darién es hablar del Parque Nacional Los Katios, que es Patrimonio de la Humanidad reconocido por la Unesco por los valores de biodiversidad que hay ahí. Se ha hablado de construir una vía que cruce y permita la comunicación entre Norteamérica, Centroamérica y Suramérica, pero allí la prioridad la tiene la conservación de la biodiversidad”, explica Rodríguez.
Heidy Arévalo, gerente de gestión de World Visión, una organización global de ayuda humanitaria que promueve las relaciones de solidaridad y transformación humana, es urgente “generar mecanismos para que se den otras vías de migración porque definitivamente es necesario suspender el paso por el Tapón del Darién porque es un paso cercano a la muerte y atenta contra las condiciones de vida digna de cualquier ser humano”.
Para los expertos internacionalistas como Diego Javier Sánchez, “la única manera de que el Tapón del Darién deje de ser una trampa mortal para los migrantes y refugiados, es que haya voluntad política entre todos los países involucrados en la travesía. De lo contrario, el tráfico humano se convertirá en breve en otra rentable economía ilegal para las bandas criminales que controlan buena parte de esa frontera”.
A través de redes sociales, cientos de migrantes exponen la manera en la que les cambió la vida al llegar a los Estados Unidos. Eso ha motivado que muchos migrantes que recorren América Latina se vean tentados por cruzar el tapón del Darién tras el ‘sueño americano’.
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