La de Manuelita es una historia que brota de la tierra, con raíces tan profundas que trascienden los orígenes del Valle del Cauca. Es el legado de un visionario, que bajo una premisa simple pero plena de grandeza: generar progreso y bienestar, hace 155 años se empeñó en sembrar en estas fértiles tierras para cosechar sus frutos.
Todo comenzó en 1864, cuando el país apenas era un esbozo de lo que es ahora. Santiago Eder, un inmigrante letón, adquirió junto con Pío Rengifo, las haciendas La Manuelita y La Rita, del padre del escritor Jorge Isaacs, autor de la emblemática novela ‘La María’.
No es difícil imaginarlo absorto con su mirada puesta en el imponente paisaje vallecaucano, con su clima tropical y generosas tierras. Un territorio de oportunidades, de gente trabajadora y pujante. Razones suficientes que lo llevaron a apostar por el desarrollo del sector azucarero en la región. Fue así como mucho antes de que las carreteras, los trenes y la electricidad llegaran a la región, este abogado, egresado de Harvard, ya contaba con el primer trapiche hidráulico movido por mulas para elaborar azúcar morena. Y así, a medida que el país tomaba forma, el sueño de este emprendedor con espíritu pionero se fue consolidando.
Hoy, siglo y medio después de su fundación, Manuelita es mucho más que azúcar. Además de producir azúcar, bioetanol y energía desde su planta en Palmira, ha desarrollado proyectos productivos de aceite de palma y biodiesel en los Llanos Orientales; azúcar, frutas y hortalizas en Perú; camarones en Cartagena; azúcar y bioetanol en Brasil, y mejillones en Chile, que la han fortalecido como una marca líder de la agroindustria en Latinoamérica.
Generando progreso
Todo ello lo ha conseguido conservando los principios que cimentaron su origen, generar progreso y bienestar con empresas y productos ejemplares, a partir del aprovechamiento racional y sostenible de los recursos naturales.
Las certificaciones de sostenibilidad Bonsucro, Rspo e Iscc en Colombia; Renovabio en Brasil; y Global gap en Perú, alcanzadas en los últimos años, así lo avalan.
Una convicción sembrada en el corazón de sus 9.550 colaboradores, para quienes Manuelita significa familia, crecimiento personal y profesional, y la esperanza de un mejor futuro para todos. Y es que Manuelita trabaja por mejorar las condiciones de educación, vivienda y salud de sus colaboradores y comunidades vecinas. Sin embargo, lo más importante es la huella que durante todos estos años ha dejado en los vallecaucanos y colombianos, a quienes ha acompañado en los momentos más dulces y especiales de sus vidas.
Manuelita ha sido una organización que ha tenido una profunda conexión con las comunidades y áreas de influencia donde trabaja, al generar un impacto positivo en su bienestar. Desde cada una de sus plataformas productivas ha contribuido a la construcción de sociedad, trabaja por el medio ambiente y entrega la mejor calidad en sus productos, algo que sus consumidores aprecian.
Manuelita es una marca de corazón que con su espíritu pionero, ha inspirado a los vallecaucanos y colombianos para que la cosecha de mañana siga siendo memorable.
Esto es sin duda, una gran muestra de que todo lo que se propone lo hace de corazón, y responde a lo que su eslogan proclama: “En Manuelita, cultivamos cosas buenas”.
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