El llamado al diálogo hecho a la oposición por parte del presidente de Haití, Jovenel Moise, no logró este viernes bajar la tensión en el país, sumido en una crisis política y social en medio de violentas protestas.
Haití, el país más pobre de América, es escenario desde el pasado 7 de febrero, el mismo día que Moise cumplió dos años en el cargo, de violentas protestas en reclamo de la dimisión del gobernante, y al menos nueve personas han perdido la vida en los disturbios.
Contrario a los ocho días anteriores, este viernes en las calles de la capital, que siguen bloqueadas y donde continúa la quema de neumáticos, se observó un mayor flujo de personas tratando de abastecerse de agua y comida, así como más motocicletas, las encargadas estos días de ofrecer servicio de transporte a causa de la paralización del sector.
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Las escuelas y los bancos siguen cerrados, sin embargo, algunos mercados abrieron sus puertas aunque solo por unas cuantas horas en la mañana por temor a actos violentos, que han impedido a muchas personas salir de sus casas estos días en un ambiente de caos.
Moise se dirigió anoche a sus compatriotas, rompiendo de esta manera el silencio que mantuvo desde el pasado sábado cuando también llamó al diálogo, que varios sectores de oposición rechazan.
Dijo que va a "luchar para restablecer la paz y la estabilidad" en su país, y expresó su solidaridad con las víctimas de las protestas, al tiempo que señaló, en una clara alusión a la presencia de personas armadas en las manifestaciones, que no dejará el país "en manos de bandas armadas y narcotraficantes", que quieren utilizar la empobrecida nación para sus intereses personales.