Ariel Franco, de 25 años, ha pasado de estar hacinado en una celda a contar con 300.000 seguidores en su cuenta de Instagram gracias a unos llamativos cortes que aprendió durante su estancia en un presidio de Sao Paulo.
"Contrariando todas las estadísticas, yo he alcanzado el éxito", proclama el peluquero autodidacta Franco. Nacido y criado en Brasilandia, una de las mayores favelas de la capital paulista, allí empezó a trabajar a muy temprana edad en la feria, como vendedor de manzanas de caramelo, tal y como muchos de los niños del barrio.
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Entre una chapuza y otra y después de múltiples intentos fracasados por encontrar un trabajo estable, descubrió en el mundo del crimen una "oportunidad" y, a los 15 años, entró para el universo del narcotráfico. Cuatro años después, sin embargo, fue detenido y trasladado a una cárcel, donde en medio de "tantas situaciones inhumanas" aprendería el oficio de peluquero.
"A través de un compañero que cortaba el pelo de los presidiarios sentí la curiosidad de probarlo y me encantó. No solo por el trabajo, pero también porque pasé a conocer las historias personales de quienes estaban allí", cuenta Franco, en una entrevista con Efe.
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Mientras estaba en la cárcel, donde llegó a compartir una celda con otras 56 personas, jamás imaginó que, años después, se convertiría en un fenómeno e inspiración entre los niños de Sao Paulo con su atrevido corte "blindado", una clase de tupé que no se deshace durante varios días y lleva tintes y diseños sacados de una variada paleta de colores.
Casi cinco años después de que abandonara la cárcel, el peluquero es ahora toda una celebridad también en las redes sociales, su principal plataforma de publicidad, donde comparte cada uno de sus obras maestras y acumula ya más de 300.000 seguidores.