Después de más de dos décadas de investigación, un grupo internacional de científicos ha conseguido un avance histórico en el tratamiento de la ceguera irreversible. Los resultados, publicados en la revista New England Journal of Medicine, confirman que un microchip ocular puede devolver funciones visuales básicas a pacientes que habían perdido completamente la visión central a causa de la degeneración macular asociada a la edad (DMAE).
El dispositivo, denominado Prima, es una prótesis ocular que transforma la luz en señales eléctricas, permitiendo que el cerebro reconstruya imágenes visuales. Su desarrollo fue el resultado de un trabajo conjunto entre investigadores de Estados Unidos y Europa, quienes realizaron ensayos clínicos en 17 centros hospitalarios de cinco países, con la participación de 38 pacientes.
El sistema combina un microchip implantado en el ojo con unas gafas de realidad aumentada. El chip, del tamaño de una tarjeta SIM, se coloca debajo de la retina mediante una cirugía llamada vitrectomía, en la que se extrae el gel vítreo del ojo.
Las gafas capturan imágenes del entorno a través de una cámara integrada y las proyectan en tiempo real sobre el chip utilizando luz infrarroja. Este componente actúa como sustituto de los fotorreceptores dañados, enviando impulsos eléctricos al cerebro que recrean una imagen visual.
A diferencia de otras prótesis oculares, Prima no necesita cables ni fuentes de energía externas, ya que se alimenta mediante un mecanismo fotovoltaico que aprovecha la luz como fuente de energía. “El paciente puede combinar la visión periférica natural con la visión central generada por el dispositivo”, explicó Daniel Palanker, investigador de la Universidad de Stanford y coautor del estudio.
De los 32 pacientes con atrofia geográfica por DMAE incluidos en la fase principal del ensayo, 27 lograron leer letras, números y palabras después de un año de entrenamiento visual. Además, 26 mostraron mejoras clínicamente significativas en su agudeza visual, alcanzando en algunos casos una visión cercana a 20/42.
Los usuarios también reportaron haber recuperado habilidades cotidianas como leer señales, identificar etiquetas o reconocer formas. El sistema permite ajustar el brillo, el contraste y ampliar la imagen hasta 12 veces, adaptándose a las necesidades de cada persona.
Aunque se registraron efectos secundarios en 19 participantes como hipertensión ocular o pequeñas hemorragias, todos fueron temporales y se resolvieron sin complicaciones graves. Por ahora, el chip solo ofrece visión en blanco y negro, pero los investigadores trabajan en una actualización del software que permita distinguir tonos de gris, un paso esencial hacia el reconocimiento facial y la percepción de profundidad.
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