Es bastante frecuente que imaginemos cosas y sucesos, en vez de preguntar o pedir una aclaración. Lo peor de todo, es que damos crédito absoluto a nuestras suposiciones, convirtiéndolas en certezas. Esas certezas, que suelen ser negativas, nos llevan a estados de ánimo no deseados, a sufrimiento.
A sentir rencor por personas que ni siquiera hicieron nada para merecerlo. También, casi siempre, a reacciones desmedidas. Ya que las suposiciones se retroalimentan, haciendo un auténtico drama de un hecho sin importancia.