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No todo el dolor es igual: hay uno sano y útil que nos ayuda a crecer y aprender, y otro insano e inútil que nos deja atados a un sufrimiento estéril.
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Manejar el dolor emocional en una sociedad que se empeña en evitarlo a toda costa no es tarea fácil. A pesar de ser un componente ineludible de la vida, nos esforzamos en esquivarlo y ocultarlo, normalmente por miedo y también para no desentonar del color rosa-felicidad que nos imponen Instagram, Facebook y los anuncios de TV.