"Yo me puedo parar en un estadio a defender mis ideas": Liliana Ossa


La fundadora de Paz Animal, Liliana Ossa, nos cuenta cómo labró su espíritu indomable, que le ha valido el reconocimiento de ser una mujer frentera, como Qhubo.

A Liliana Ossa le pueden llover los enemigos, pero nadie la doblega. Está convencida que su lucha por los animales es justa, y eso la mantiene en una sociedad a la que siente no pertenecer.

A la fundadora Paz Animal la conocen como una mujer aguerrida, pero también como una terca. Ella lo reconoce y hasta le pone gracia: “Soy intolerante e intolerable”, dice entre risas y con una seguridad que le regala la estampa que tiene ahora: la de una mujer frentera.

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Liliana Ossa
Actualemnte, Liliana hace parte de la junta directiva de Paz Animal, pero ya no es la directora. El cargo lo tiene Julián Alzate, uno de su pupilos. Foto: Armando Llanos.

Misántropa

Cuando aún era una niña, Ossa vivió sus primeras indignaciones: “Mis tíos eran cazadores y traían a los animales mutilados a la casa”, relató.

Un día de esos llegó su primer animal compañero: una cabrita huérfana tras la faena de sus tíos. “De ahí viene mi aversión a la sociedad”, explicó.

Dice que se prendió de el amor a la cabrita para abandonar la soledad de su niñez, mientras aprendía de doña Elba Zamorano, su mamá, a ser aguerrida. “Ella era liberalísima y yo le heredé esa lucha política”, expresó.

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Liliana Ossa
Liliana vive con sus mascotas en la sede de Paz Animal, en el barrio San Antonio. Foto: Armando Llanos.

No obstante, incluso tuvo que enfrentarse a Elba. “Me decía ‘por qué es tan bruta, por qué no come pollo si eso lo hacemos de toda la vida”, relató.

Liliana, obstinada, reforzó sus ideales cuando, en los años 80, intentó quitarle unas iguanas a un hombre que las vendía cerca al Museo de la Tertulia. “Desde ahí dije: tengo que hacer algo”.

Buscó organizaciones para ayudar, pero ninguna la convenció. Así que decidió crear Paz Animal junto a algunos amigos. En principio, se dedicaban a aplicarle eutanasia a los perros moribundos de las calles, ganándose muchos detractores. Nunca le preocupó, cree que “una causa no es una causa si no tiene enemigos”. Solo le dolían, y mucho, los animales.

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Infranqueable

No soportó la crueldad y decidió a un psicoanálisis por nueve años. Ahí aprendió a detectar sus fortalezas e virtudes.

Eso la fortaleció y ha hecho que ahora “me enfrento a un estadio lleno por mis posturas, porque las tengo claras”, remarca.

Cree que la vida no es bella y que la gente tampoco; siente que la han herido muchas veces y eso también la tiene cansada. No obstante, confía en el poder de su claridad discursiva, con el que “voy a poder defender lo que sé hasta el final”, dice.

Lleva la bandera de su forma de vivir hasta en la ropa, porque no viste de tienda. Sus camisas expresan en cortos mensajes lo que piensa. Y aunque ama lo que hace, concluye que “es lo peor de la vida, porque esta es la realidad: el sufrimiento”.

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