Considerado el dibujante en español más internacional de la historia, padre de la indomable Mafalda, Joaquín Salvador Lavado, 'Quino', se hizo eterno antes de morir este miércoles, a los 88 años de edad.
Nació en el pie de los Andes, en Mendoza, en el seno de un hogar andaluz en julio de 1932. Allí, en ese casa española ubicada al noroccidente argentino, empezó a ser 'Quino'. Sus padres le pusieron ese apodo para diferenciarlo de su tío Joaquín.
De pocas palabras, pero de una virtud para hablar con dibujos, 'Quino' se hizo mundial con una niña que odiaba la sopa. Aunque la dibujó solo por nueve años, fue suficiente para ser concebido como un genio del humor gráfico.
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"Dibujo porque hablo mal", confesó alguna vez. Aquel complejo como orador empujó al argentino Joaquín Lavado 'Quino' a recurrir al dibujo, del que nació su mejor portavoz, Mafalda.
Descubrió al lápiz a los 3 años, cuando dibujó a su tío. Desde entonces se enamoró y lo definió como "algo maravilloso". "Descubrí que de algo tan simple como un lápiz podían salir personas, caballos, trenes, montañas", dijo en un par de entrevistas.
Por eso, a los 13 años ingresó al colegio de Bellas Artes en Mendoza. No obstante, pronto se sintió "cansado de dibujar ánforas y yesos" y volcó su genio en la historieta y el humor.
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Hablando se arriesga uno a decir cosas equivocadas sobre el bien y el mal", explicaba para justificar su parquedad con las palabras.
Con apenas 18 años publicó su primera viñeta en Buenos Aires, pero no fue sino hasta los 30 cuando del trazo de su lápiz nació Mafalda, la niña que le dio el Premio Príncipe de Asturias en 2014 y la Legión de Honor de Francia.
No obstante, nunca se 'comió' el papel de la fama. Fue siempre un hombre humilde y de inefable franqueza.
Decía de sí mismo que era un "pésimo dibujante" y que había "cometido un error" dedicándose a una profesión que aprendió "sudando tínta. "
Además, se consideraba a sí mismo como un hombre "introvertido y 'patadura' para el baile, como todos los humoristas".
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Concebida por encargo para una publicidad de electrodomésticos en 1963, que nunca vio la luz, Mafalda nunca fue su favorita. Siempre la consideró un dibujo más.
La pequeña durmió en una carpeta hasta 1964, cuando el semanario Primera Plana de Buenos Aires la publicó por primera vez. A ese momento lo definió como "uno de los más felices" de su existencia. No fue por iniciativa de 'Quino', sino de Alicia Colombo, su inseparable esposa por más de medio siglo.
Por eso, cuando se llevó el premio Príncipe de Asturias en 2014, dijo que Colombo "ha sido la clave para que Mafalda sea conocida".
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Quino decía que Mafalda es "una niña que intenta resolver el dilema de quiénes son los buenos y los malos en este mundo".
Así se ganó el cariño de los aficionados a sus caricaturas, en principio mudas. Con un humor sutil, cargado de crítica social, la pequeña y sus amigos Susanita, Manolito y Libertad conquistaron al mundo.
Y aunque Mafalda se llevaba la atención, 'Quino' afirmaba que "nunca la quise más que a mis otros dibujos".
Con ese desapego, un día de 1973, en el apogeo de su celebridad, dejó de dibujarla, simplemente porque consideró que "se repetía".
A pesar de eso, la imagen de Mafalda siguió extendiéndose por décadas, incluso después de cuando dejó de dibujar en 2006, aquejado por una salud deteriorada que lo perseguía desde los años noventa.
Aquejado por problemas de vista y con dificultad para desplazarse, en 2006 dejó de dibujar. Lo que más lamentaba era que su mala visión, producto de un glaucoma detectado hace más de una década, le impidiera disfrutar de su otra pasión: el cine. "La última vez que fui la pasé muy mal", confesó en 2014.
No obstante, su deterioro venía desde mucho antes. Durante la década de los noventa llegó a sufrir seis operaciones quirúrgicas en apenas 10 años.
Una de las última veces que se le vio en público fue en enero de 2015 en un acto en Buenos Aires para repudiar el atentado contra el semanario satírico francés 'Charlie Hebdo'.
Mafalda hubiera tenido una terrible pena por el atentado", dijo Quino que asistió en silla de ruedas y con un cartel con la leyenda: "Yo soy Charlie".
Sus últimos años los pasó repartiendo veranos entre Argentina y España, porque le disgustaba el invierno. Siempre era atendido por sus sobrinos, porque jamás quiso tener hijos con Alicia.
"Es una mala porquería traer a alguien aquí sin haberle preguntado”, dijo al respecto en una entrevista para El País de España, en 1990.
En la mañana del martes, 30 de septiembre, Daniel Divinsky, su editor, confirmó su fallecimiento a los 88 años, en su natal Mendoza.
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