Vivir en la calle es estar en constante alerta y en permanente estado de dolor, pues la discriminación, a pesar de ser silenciosa, se convierte en un arma latente para los habitantes de calle.
“Debemos soportar el desprecio que le generamos a algunas personas, los robos y las agresiones. Pensarán que no nos pasa nada, pero somos víctimas recurrentes de la violencia. A mí me quitaron una cicla con la que trabajaba”, contó con nostalgia Fabián.
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“Las personas en condición de calle están expuestas a varias agresiones. Tenemos casos en los que les tiran agua caliente por descansar cerca a un establecimiento, son atacados con piedras y en algunas partes de Colombia hasta con fuego”, contaron desde la Fundación Samaritanos de la Calle.
Aunque no hay cifras recientes de cuántos habitantes sin techo son heridos y asesinados en Cali, un informe realizado desde el 2004 hasta el 2018 por el Instituto de Medicina Legal, da cuenta que en ese período fueron víctimas de homicidio 3.515 de ellos.
Para evitar la muerte y los males que se esconden en la oscuridad, algunos recurren a la Fundación Samaritanos de la Calle, un sitio donde hay comida, agua, cama y seguridad.
Al sitio llegan los valientes, que saben que para disfrutar de este ‘templo’, deben combatir con sus batallas internas y tener un poco de suerte.
Actualmente, les toca luchar por un cupo, pues debido a que en este momento la fundación no tiene convenio con la Alcaldía de Cali, solo puede atender 86 habitantes de calle de los casi 5.000 que hay en la ciudad.
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Dormir en una cama, un lujo complicado
A las 3:30 p.m. hombres y mujeres se apilan en una de las calles de San Bosco, justo en una pequeña puerta verde que conduce a las instalaciones de la Fundación. Todos esperan que sean las 4:00 p.m. para ver si tienen el chance de ducharse, comer y dormir en alguno de los camarotes verdes que tiene la organización.
La mayoría de los presentes son hombres, algunos abundan en tatuajes, otros se ven pensativos y unos cuantos corren como locos para formarse y poder escapar de la oscuridad, así sea por una noche.
Varios de ellos llegan con cartones y cobijas, pues si no encuentran cupo deben armar cambuche en cualquier calle en la que se puedan sentir seguros.
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“Me gusta estar aquí porque nadie me mira feo ni me rechaza, me río y puedo ver un poco más bonita la vida. Este espacio es un respiro del sol, la lluvia y el despreció que me tocará afrontar cuando den las 7:00 a.m. y nos toque volver a la calle”, dijo con una sonrisa de oreja a oreja ‘Chucho’, pues no le tocó usar sus cartones como refugio.
Así funcionan los dormitorios
“Aquí pueden estar desde las 4:00 p.m. hasta las 7:00 a.m. del día siguiente y tienen prioridad los que hayan venido el día anterior. Luchan por estar aquí porque para poder entrar no pueden llegar drogados ni con armas, una condición que a muchos se les complica, ya que las drogas les ayuda a no sentir hambre. Hay habitantes de calle que sienten este lugar como su casa y como sea llegan, lo digo porque cada día recibimos al menos a una persona herida a puñal o reventada por una pelea callejera”, cuentan desde la Fundación Samaritanos.
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En aquella fila cargada de esperanza también se ven hombres trabajadores que a simple vista parecieran tener una vida perfecta, pero su realidad es realmente alertadora.
“Hay personas que están en riesgo de caer en condición de calle, una problemática que creció significativamente con la pandemia”, mencionaron desde la fundación.
Y es que vivir del día a día está dando pie en la ciudad a que varios adultos mayores no puedan sostenerse, pues en ocasiones no logran ni reunir $10.000 para pagar un cuarto donde puedan pasar la noche.
“El riesgo se intensifica cuando estas personas viven solas y no tienen quién los ayude. Se les hace difícil comer y tener un techo, por eso algunos corren a la fundación cuando ven que no tienen ni para comer ni un lugar donde dormir”, dijeron los trabajadores de Samaritanos.
Según el Dane, las tres principales causas por las que llegan a la calle son: el consumo de sustancias psicoactivas, iniciativa propia y las dificultades económicas.
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El colchón se vuelve incómodo
Aunque muchos van con la ilusión de dormir cómodamente disfrutando de una cobija y un techo, algunos no lo logran, pues sus cuerpos no soportan tanta “comodidad”.
“Están tan acostumbrados a descansar en el suelo que no pueden conciliar el sueño en una cama. Les toca tirarse al piso para dormir, y como entendemos que es un proceso lo permitimos, sin embargo, por medio de un trabajo psicológico tratamos de que entiendan que merecen este pequeño lujo”, explican los empleados de la fundación.
A pesar de esto, los habitantes de calle disfrutan del recinto donde además de saciar las necesidades básicas pueden construir su propia familia, o tratar de acercarse a la que tenían antes de vivir en la calle.
Aquí pueden leer, ver televisión, aprender un arte y hasta conectarse a internet. Muchos vienen y abren su Facebook para hablar un poco con esa familia que alejan porque les da vergüenza que los vean en estas condiciones.
"Asimismo, crean lazos entre ellos, pues cada participante empieza a contar en lo que trabajo en el día, los zapatos que consiguió y que pudo comer. Estos actos los resignifican, pues es una forma que tienen de alegrarse por su avance", dicen en la fundación.
Sin embargo, todas estas maravillas solo duran unas cuantas horas, pues cuando el reloj marca las 7:00 a.m. del día siguiente deben de seguir luchando con la oscuridad que los mantiene sumergidos en un desamparo constante.
